Inzaghi, de los pies a la cabeza

Filippo fue una leyenda en el terreno de juego, mientras que su hermano Simone toca el cielo desde los banquillos

Los hermanos Inzaghi

Los hermanos Inzaghi / EFE

Adrià Soldevila

Adrià Soldevila

Esta noche, en Estambul, el equipo de Inzaghi disputará la final de la Champions League. No, no estamos en mayo del 2005. Tampoco se trata de Filippo Inzaghi, el goleador que precisamente se perdió por lesión la inolvidable remontada del Liverpool al Milan (de 3-0 a 3-3) en la final disputada en el Olímpico Atatürk hace 18 años. Quien estará hoy en ese mismo estadio será su hermano Simone, convertido en el entrenador de moda en Italia, reciente campeón de la Coppa y un hombre que ha conseguido llevar a la final de la Liga de Campeones a un Inter que a punto estuvo de cesarle dos veces: en febrero del año pasado y en marzo de este curso. Tan distintos y tan exitosos, cada uno en lo suyo.

Los hermanos Inzaghi se intercambiaron los papeles. Hasta su retirada como futbolistas, quien copaba las portadas y llenaba los telediarios con sus goles y trofeos era Filippo. Un chico introvertido que explotaba cada vez que pisaba un terreno de juego. Un terremoto. Un volcán que entraba en erupción cuando sus botas alcanzaban el área. Un jugador al que no le hizo falta poseer la finura técnica de otros compañeros para consagrarse como uno de los grandes goleadores del siglo XXI y llevar al Milan a conquistar dos Champions League en los años 2000. Los metía de todas las maneras, incluso pegándole mal al balón o de rebote, como en la final de Atenas ante el Liverpool, en 2007, en la que desvió con la espalda un lanzamiento de falta de Andrea Pirlo. Ese primer gol lo celebró como si lo hubiera marcado de chilena. De hecho, así los celebraba todos: carrera rápida, brazos descontrolados y gritos de alegría. Ese era Filippo Inzaghi.

Su hermano no fue tan prolífico. Simone también fue delantero centro, pero ni de lejos llegó a la cifra de goles de Filippo. Tampoco tuvo un éxito remarcable a nivel de títulos, pese a estar nueve años y medio en un club con aspiraciones como la Lazio. Ni siquiera sus carreras tuvieron la misma duración. Filippo se retiró tras 18 años en la élite. Simone tuvo suficiente con 13 años como profesional y decidió dejarlo en 2010, dos años antes que su hermano, pese a ser incluso más joven. Filippo y Simone no tienen la misma edad –Pippo es tres años mayor–, aunque parezcan mellizos.

Acostumbrado a ser suplente y a disputar pocos minutos, Simone acabó marcando 70 goles en 253 partidos oficiales. La mayoría de ellos con la Lazio, club que lo fichó en 1999 tras un primer año excepcional en el Piacenza, el club de su ciudad natal y en el que también debutó y destacó varias temporadas antes su hermano. Sus 15 goles en 31 partidos le valieron para que el conjunto romano se fijara en él y lo sacara de su zona de confort a los 23 años. En su primera temporada marcó 19 goles. Sin embargo, ese fue su mejor año. Nunca más alcanzó esas cifras y fue de más a menos de manera progresiva, perdiendo la titularidad hasta desaparecer de las convocatorias por una lesión crónica de espalda. Pero viendo la mayoría de partidos desde la banda, se mantuvo fiel al club de su vida. La Lazio consideró no solamente que era un buen delantero suplente, sino también un hombre de valores y de respeto. “Es muy buena persona y fue un muy buen compañero”, nos cuenta un exjugador del Barça que compartió vestuario con Simone en el conjunto ‘laziale’. Sin llegar a ser una leyenda, en el Olímpico dejó una huella imborrable.

Simone Inzaghi ha llevado al Inter a la final de la Champions en su segunda temporada

Simone Inzaghi ha llevado al Inter a la final de la Champions en su segunda temporada / AFP

Lo de Filippo fue otra historia. Se pasó la vida goleando. Con el Piacenza, con el Atalanta, con la Juventus y con el Milan. Allí donde estuvo lo bordó, exceptuando un único año en el Parma en el que solamente anotó dos goles, aunque alguien le vio potencial para firmarlo para el Atalanta, donde explotó marcando 24 tantos antes de fichar por la Juve en 1997. En Turín sumó 89 goles en cinco temporadas, hasta que Silvio Berlusconi se obsesionó con regalarle a Carlo Ancelotti un equipo para conquistar la Champions. Inzaghi llegó a Milán por una cifra cercana a los 20 millones de euros para completar un tándem inolvidable con Andriy Shevchenko. El resto es historia. 126 goles en 300 partidos como ‘rossonero’, dos Scudetti, dos Champions, una copa, dos supercopas y un Mundial de Clubes.

Simone busca desde el banquillo del Inter la Champions que su hermano logró en el césped con el Milan

Direcciones opuestas

 Los caminos de los Inzaghi no se parecen en nada, aunque ambos acaban en éxito. Filippo transitó por una autopista sin peajes durante media vida y Simone está cogiendo velocidad de crucero a los 47 años y desde una posición más cerebral que intuitiva. Todo lo contrario que su hermano, al que le dieron demasiado pronto el caramelo de entrenar al Milan y quien seguirá luchando con la Reggina para conseguir el ascenso a la Serie A la próxima temporada.

Filippo celebra el primer gol del Milan en la final de Atenas de 2007

Filippo celebra el primer gol del Milan en la final de Atenas de 2007 / EFE

El caso de los Inzaghi es paradigmático. A Filippo no le ha ido demasiado bien. Berlusconi quemó a tres históricos de un plumazo sin que ninguno de ellos tuviera experiencia previa en los banquillos. ‘Il Cavaliere’ puso, en cuatro años, a Clarence Seedorf, Pippo Inzaghi y Gennaro Gattuso al frente del peor proyecto de su etapa como presidente del club. Evidentemente no funcionaron. Tras un año en el Milan, el Inzaghi mayor decidió rebajar el listón. Cogió al Venecia en la Lega Pro y lo subió a la Serie B, en la que consiguió acabar en zona de promoción de ascenso, sin llegar a conseguirlo. Pero su buen papel le valió para volver a la Serie A con el Bolonia: dos victorias en 21 partidos y destituido a media temporada. En la Serie B no le va mal a Pippo. Ascenso a la máxima categoría con el Benevento (aunque caída en el primer año en penúltima posición); promoción con el Brescia (acabó cesado por no conseguir el ascenso) y séptima posición esta temporada con la Reggina, con la que tiene dos años más de contrato.

La estela de Conte

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El Inter de Simone Inzaghi no es tan distinto al Inter de Conte. Se organiza con tres defensas y dos carrileros, tres centrocampistas y dos delanteros goleadores y complementarios. Lo único que ha cambiado en los últimos tiempos es la titularidad en la medular de Calhanoglu en lugar de Brozovic, una decisión que ha dotado a los ‘nerazzurri’ de más pegada. Hoy, en el Atatürk, Simone busca la coronación. Quiere una Champions, como su hermano. Filippo logró un par a base de goles. Él puede conquistarla dando instrucciones desde el banquillo. Dos caminos, el mismo objetivo.