Hay que actuar ya

El racismo sigue extendido en la sociedad española, como se demostró el pasado fin de semana en el derbi madrileño con los insultos a Vinicius Jr

"Es verdad que en un ámbito multicultural y global como el fútbol no esperábamos un golpe así”, reconoce a Sport Dossier Alberto Edjogo-Owono

Vinicius, en el derbi ante el Atlético

Vinicius, en el derbi ante el Atlético / Panenka

Adrià Soldevila

Adrià Soldevila

Éramos muchos los que estábamos convencidos de que el racismo se estaba erradicando de los campos de fútbol. Que era impensable volver a oír a un grupo amplio de personas proferir gritos ofensivos hacia un futbolista por el color de su piel, como ocurría frecuentemente en los años 90 y principios de los 2000.

Algunos recordarán el episodio de Wilfred Agbonavbare, el portero nigeriano del Rayo Vallecano, que sufrió la ira de centenares de aficionados del Real Madrid durante un partido en el Santiago Bernabéu. El reportaje de televisión, con hinchas gritando a favor del Ku Klux Klan o mandándole a recoger algodón, sigue disponible en Internet. Hoy sería imposible que un canal emitiera un vídeo semejante.

Pero el pasado domingo 18 de septiembre, varias decenas de seguidores del Atlético de Madrid demostraron que el racismo sigue siendo una lacra de la que la sociedad española no se ha podido deshacer.

“Solo hay que ver el resultado de las elecciones. Ahora no nos podemos rasgar las vestiduras. Pero es verdad que en un ámbito multicultural y global como el fútbol no esperábamos un golpe así”, reconoce a Sport Dossier Alberto Edjogo-Owono, exinternacional con Guinea Ecuatorial y analista de fútbol en varios medios de comunicación.

Antes y durante el derbi madrileño del pasado fin de semana, unos 500 aficionados del Atleti –según La Liga– gritaron al unísono “Vinicius, eres un mono”. El delantero del Real Madrid ha estado bajo los focos durante varias semanas por sacar de quicio a los rivales debido a varios motivos: es un jugador de gran calidad y muy difícil de parar; tiene una tendencia creciente a la simulación de faltas –algo muy molesto para los defensas– y baila cuando marca un gol. Vinicius Jr. es una de esas personalidades tan características del mundo del fútbol: odiado y amado al mismo tiempo.

Un espectáculo sobre el césped por sus movimientos de fantasía, pero a la vez un jugador al que muchos le recriminan las formas. “Un denominador común es que son chicos con mucha personalidad que en momentos críticos fortalecen y refuerzan su forma de entender el fútbol y la vida”, comenta para Sport Dossier el excapitán del Sevilla Pablo Alfaro, un central también rechazado en muchos campos por su contundencia, aunque a él nunca le insultaron por el color de su piel, como es obvio.

Hacía muchos años que no oíamos a un grupo considerable de seguidores proferir insultos racistas hacia un futbolista. Aquel famoso “uh, uh, uh” fue quedando de lado a mediados de los 2000, dejando paso a episodios individuales como el día en el que Samuel Eto’o quiso abandonar el campo por haber recibido gritos racistas desde un sector de la grada de La Romareda, en Zaragoza; o el supuesto insulto –hoy todavía negado– del cadista Juan Cala al valencianista Mouctar Diakhaby durante un Cádiz-Valencia de la pasada temporada.

“Sinceramente, pensaba que con las redes y con las cámaras en los móviles todo se estaba aplacando por miedo a que alguien grabara un acto así y se hiciera viral. También pensaba que con la nueva realidad, estando más acostumbrados a vivir en un ambiente multiétnico, todo esto estaba quedando en un ámbito muy reducido. Pero me he dado cuenta de que no, de que esto sigue vigente”, comenta resignado Edjogo-Owono.

Fútbol y sociedad

El fútbol forma parte de la sociedad y no puede ser ajeno a sus problemas. Es más, en ciertas ocasiones los amplifica, como sucedió durante los años del proceso independentista de Catalunya en un estadio como el Camp Nou. Las ambiciones, frustraciones y celebraciones de los colectivos han tenido, tienen y tendrán cabida en los espacios deportivos de masas. También el racismo.

“Llevo muchos años trabajando en la lucha contra el racismo y todo esto es cotidianeidad. El fútbol forma parte de la sociedad y no es un espacio libre de racismo”, explica para Sport Dossier Moha Gerehou, periodista y autor del libro Qué hace un negro como tú en un sitio como este.

“En la sociedad española hay un problema de reconocimiento de la existencia de racismo”, subraya Gerehou, que dirige la mirada hacia los estadios y la sensación de aislamiento del mundo real que pueden proyectar: “Se tiende a pensar que los estadios de fútbol son lugares en los que no opera la ley ni existen convenciones sociales. Mucha gente va al estadio a desahogarse. Una persona que durante la semana es respetuosa va a un campo de fútbol y se pone a insultar”.

Alberto Edjogo-Owono reflexiona sobre ese mismo problema, en el que un ciudadano ejemplar cruza la puerta de un estadio de fútbol y se transforma en un ser vil y despiadado. “El campo es una especie de oasis de la mala educación donde todo vale. Si vas a la pescadería y te dan unas sardinas que no están bien, vas a pedir que te las cambien pero no insultarás al pescadero. En cambio, en un campo de fútbol, si un jugador falla un pase o el árbitro pita algo que no te gusta, les insultas. Y si te puedes esconder entre la multitud, estos sentimientos afloran”.

Esa última consideración es una de las claves del asunto. Dentro de un colectivo, una persona se siente más fuerte para hacer daño a los demás, sobre todo si se consigue pasar desapercibido. “El ser humano se comporta de una manera mucho más estúpida dentro de una masa que cuando está solo”, dice Pablo Alfaro. Fueron centenares los que insultaron a Vinicius y en el vídeo que más se ha viralizado ni se les ve la cara.

¿Para cuándo medidas reales?

En 1995, Éric Cantona se tomó la justicia por su mano y le dio una patada a un aficionado fascista del Crystal Palace después de que éste le dijera “vete a tu país, bastardo de mierda”. Esa patada voladora ha pasado a la historia. A Cantona le sancionaron durante nueve meses, pero puso un foco de grandes dimensiones sobre la intolerancia en el deporte. Vinicius Jr. no agredió a nadie tras los insultos racistas.

Ni siquiera se pronunció después de los gritos. Sí lo hizo antes, pero provocó el efecto contrario. Nadie impidió que el jugador brasileño acabara siendo el centro de una manifestación racista, pese a haber serios avisos de que algo podía suceder. “Que no pase nada es grave. Eso quiere decir que el racismo no tiene consecuencias, no tiene castigo”, critica Edjogo-Owono.

La Liga ha denunciado los gritos racistas ante el Comité de Competición de la RFEF y ante la Comisión Antiviolencia, quienes deberán emitir un dictamen en los próximos días. Pero deja en manos de los clubes la depuración de responsabilidades.

El Atlético de Madrid está identificando a los responsables de los insultos y a algunos de ellos ya les ha expulsado como socios de la entidad, pero la patronal del fútbol sigue sin tomar ninguna medida. Moha Gerehou pone precisamente de relieve esa actuación de La Liga, que considera insuficiente: “Pasándolo a la Comisión Antiviolencia, La Liga evita entrar en cierres parciales o completos de estadios. La mayoría de esas investigaciones caen en saco roto. En realidad, es una apariencia. Se cree que La Liga hace algo y en realidad no hace nada. Si realmente se quisiera actuar sí que habría cierres de gradas y de estadios”.