Mi casa es la tuya

A pesar de la supremacía del Liverpool –incluso a pesar de que ambas propiedades son extranjeras–, la rivalidad con el Everton sigue intacta

Hoy basta cruzar Stanley Park para pasar de Anfield a Goodison Park y viceversa

Salah se apuntó un doblete en Goodison Park

Salah se apuntó un doblete en Goodison Park / AFP

Roger Xuriach

Roger Xuriach

Aunque su legado sea fundamentalmente sonoro, los Beatles también dejaron un sinfín de imágenes icónicas. Quizá una de las más recordadas sea la que capturó el fotógrafo escocés Iain Macmillan hace más de medio siglo. El cuarteto de Liverpool fue inmortalizado cruzando Abbey Road en 1969, con motivo de la portada del disco publicado el mismo año y que llevaría por nombre el famoso paso peatonal de Londres.

Siendo tremendamente populares las canciones de John, Ringo, Paul y George, podría parecer que la música es lo más genuino que nos ha brindado Liverpool. Y no. Porque otro cruce, pero de caminos, permitió a finales del siglo XIX que naciera una de las rivalidades futbolísticas más importantes de Inglaterra. Un derbi vecinal surgido de la desconfianza. La máxima expresión de ‘enemigos íntimos’.

UN CLUB PARA UN ESTADIO

Anfield no nació para ser el hogar del Liverpool. El hoy feudo ‘red’ fue construido para el Everton, club fundado en 1870 con la fusión de los equipos de las iglesias y capillas del distrito. Aunque había iniciado su actividad en un campo de propiedad municipal, Stanley Park, la entidad fue creciendo en masa social, despertando el interés de una zona, la del noroeste inglés, relativamente atrasada en términos futbolísticos. Una oportunidad de negocio se cernía sobre la cabeza del político y empresario cervecero John Houlding.

King John’ había prosperado desde los barrios bajos de la ciudad y había ido entrando poco a poco en el negocio deportivo, invirtiendo en clubes de críquet y bolos. “Su vinculación con el deporte era una manera de ganar en popularidad”, razona el doctor en Historia Política del fútbol en Merseyside David Kennedy. Convertido en presidente honorífico del Everton, solo debía aguardar el momento exacto para actuar. Ese momento llegó en 1884.

Los consejeros del club lo reclamaron para dar seguridad financiera a la construcción de una sede permanente. Él intuyó en la inversión una oportunidad para controlar un activo cultural de gran valor y proyección. Anfield catapultó al Everton y lo convirtió en una potencia capaz de competir con superequipos de la época como el Preston North End y el Aston Villa. También se coló entre los 12 fundadores de la Football League y, en 1891, lograría ganar su primer campeonato nacional.

Pero no todo eran sonrisas en la cima del éxito. En el seno de la entidad surgieron las primeras discrepancias. Como buen hombre de negocios, Houlding quería controlar todos los ingresos. Anfield había crecido hasta situarse entre los recintos con más asientos –20.000 localidades el año del título de liga– y alguna de sus propuestas, como la de convertirse en el único vendedor de bebidas alcohólicas del estadio, provocaron tensiones en la junta.

“Houlding creía en una visión puramente empresarial de la gestión deportiva, mientras que otros miembros del consejo apostaban por una mayor representatividad del club”, razona Kennedy. De la desconfianza se pasó a las hostilidad. ‘King John’ dejó de ser visto como un mesías. En 1892, con una facción de activistas del Partido Liberal copando la directiva ‘toffee’, la mayoría de miembros dijeron basta y decidieron abandonar Anfield para levantar un nuevo hogar, apenas a un kilómetro de distancia, que llamarían Goodison Park.

Mientrastanto, Houlding, acusado también de sacar rédito político de su posición -en una ocasión pidió a los jugadores que hicieran campaña por él-, se quedaría sin cargo, sin club y con un estadio vacío al que toda lógica invitaba a derribar y construir viviendas. Pero entonces tuvo una revelación: fundar una entidad con la que vengarse de sus antiguos socios y seguir rentabilizando el recinto; un club llamado Liverpool Football Club.

AZUL O ROJO

Hoy basta cruzar Stanley Park para pasar de Anfield a Goodison Park y viceversa. Nunca un paseo tan corto conectó realidades tan distantes. En el verano de 1970 los dos clubes tenían las mismas ligas, siete. Desde entonces, el desequilibrio no ha hecho más que aumentar, tanto en Inglaterra como, sobre todo, en Europa.

A pesar de la supremacía del Liverpool –incluso a pesar de que ambas propiedades son extranjeras–, la rivalidad sigue intacta. Desde el nacimiento de la Premier, el de Merseyside es el derbi con más tarjetas rojas, reflejo de una ciudad polarizada. Las familias se dividen entre rojos y azules, colores y sentimientos primarios, y, lo más importante, ninguna pierde: tan cierto es que Anfield es el templo de los ‘Reds’ como que allí los ‘Toffees’ celebraron su primer título.