Brujas y su derbi fosilizado

Se trata de un derbi disputado en tres siglos diferentes y en cuatro competiciones distintas

Club Brujas y Círculo de Brujas se enfrentan en un derbi histórico en Bélgica

Club Brujas y Círculo de Brujas se enfrentan en un derbi histórico en Bélgica / TWITTER

Aitor Lagunas

Aitor Lagunas

Si existiera una ciencia dedicada al estudio de las rivalidades futbolísticas –¿la derbilogía?– sus sesudos especialistas podrían distinguir tres grandes etapas en la evolución de estos enfrentamientos. En un primer momento, a finales del siglo XIX y principios del XX, actúan como meros espejos: cuando cada comunidad, reflejo de las diferencias sociales, culturales o geográficas, acababa generando clubes de fútbol diferenciados. En esta fase simplemente llegaron a los estadios las rivalidades que ya existían en la calle, las escuelas o las fábricas. En su segunda etapa los derbis pasan a ser válvulas de escape: la competitividad intrínseca al fútbol y todo su eco mediático construyen una gigantesca caja de resonancia para esos rasgos distintivos sobre los que se fundaron los clubes. Aquí la rivalidad subsiste en la calle pero erupciona de forma exagerada en el estadio (y vuelve a rebajarse cuando regresa a la calle). Durante el siglo XX la mayoría de los derbis transcurrieron en esta fase. Sin embargo, en las últimas dos décadas algunos de ellos avanzan ya hacia una tercera etapa: la del fósil.

Y es que hay derbis que nadie recuerda por qué lo son, ni cuáles son las líneas que distinguen a un club del otro más allá de su propia historia y de la transmisión genética de sus hinchas. Aquí el estadio conserva –de manera algo artificial– el aroma de una rivalidad que en la calle ya no existe, de no ser por el propio derbi. Cualquiera puede simpatizar con un equipo pero también con el otro, sin que se entrometan la religión, la política o la identidad (ya sea barrial o nacional): es decir, sin que participe la Santísima Trinidad de las rivalidades futbolísticas. Incluso se podría decir que sin uno de estos tres vectores un derbi es simplemente un partido de fútbol de kilómetro cero, disputado entre vecinos más o menos mal avenidos. Pero nada más. Como lo que sucede en Brujas.

EL CLUB Y EL CÍRCULO

En un país como Bélgica, en el que hasta los partidos políticos mayoritarios están separados entre valones –de habla francesa– y flamencos –de lengua neerlandesa–, uno podría imaginar que los dos equipos de Brujas responden a esa dualidad cultural. Y se equivocaría. Porque el Club Brugge fue fundado en 1891 por estudiantes y obreros flamencos, pero pocos años más tarde absorvió al bienestante FC Brugeois (llamado así porque en ese momento el francés constituía un símbolo de pertenencia a las clases acomodadas). En teoría, con esa fusión se agotaban las perspectivas de una rivalidad futbolística en la ciudad. Con menos de 200.000 habitantes, si un solo club ya conciliaba a trabajadores y burgueses, flamencos y valones, ¿qué necesidad había de crear otro? Pues nos olvidábamos del clero y de los nobles, que en 1899 apadrinarían al equipo de los alumnos del colegio de San Francisco Javier, confiriéndole un espíritu netamente católico y aristocrático, como revela su nombre: el Cercle, aún hoy en francés –a pesar de que en Brujas se habla neerlandés– y con ese matiz a élite encerrada en sí misma que por definición transmite la idea de un círculo. Notas a pie de página de una rivalidad que hoy carece de sentido extradeportivo.

Se trata, en todo caso, de un derbi disputado en tres siglos diferentes (el primer choque data de 1899) y en cuatro competiciones distintas: copa, supercopa, primera división y segunda. Porque aunque hoy veamos al Brujas codearse con la crema europea en la Champions, el balance de fuerzas con su vecino estuvo equilibrado hasta los años 70. Desde entonces los ‘Blauw-Zwart’ (azulinegros) han sumado 16 de sus 17 ligas, nueve de sus once copas y sendas finales de Copa de Europa y de la UEFA. Al otro lado, los ‘Groen en Zwart’ (verdinegros) apenas sumaron una copa y pasaron diez de sus últimas 25 temporadas en segunda. Solo la adquisición por parte del millonario ruso Dmitry Rybolovlev –también propietario del Mónaco– ha evitado su desaparición.

A pesar de ser uno de los derbis más desiguales de Europa, hay un motivo para asistir al encuentro de la próxima semana: puede ser el último en un Jan Breydel sin obras. Construido en 1975 y bautizado con el nombre de un héroe medieval flamenco, el estadio en el que Alfonsó marcó y Raúl falló (todo en la Euro 2000) se cae a trozos. El Ayuntamiento ha aprobado un nuevo estadio para 40.000 espectadores, claramente adaptado a las necesidades del Brujas. Falta por ver si el Círculo le sigue o prefiere irse a un recinto más pequeño. Su media de asistencia, en torno a 4.000 personas por partido, solo sube una vez al año: cuando se mide con 'el Club'.