El madridismo, en vilo por los caprichos de Zidane

A dos semanas de acabar la temporada, el entrenador francés sigue sin desvelar si cumplirá o no su contrato

Tiene el apoyo de la afición, del club y del vestuario, pero su actitud desconcierta a todos

Zidane no aclara su futuro: "Solo pienso en la Liga, el resto será después"

Zidane, no aseguró su presencia en la próxima edición de la Liga de Campeones en el banquillo madridista / EFE

Alejandro Alcázar

Alejandro Alcázar

El madridismo quiere que Zidane siga al frente del equipo. Están viviendo la mejor etapa de las últimas décadas con un estilo personal que mantiene alerta a los jugadores. Saca el máximo rendimiento del grupo y lo hace desde un perfil constructivo para ser competitivos y aguantar en pie hasta el último suspiro, con o sin potencial futbolístico. Pero el francés lleva meses dando largas sobre su continuidad y mira hacia otro lado cuando se le pregunta si seguirá o no la temporada que viene. Un silencio que empieza a crispar al madridismo, que teme que en otro ataque caprichoso decida en el último momento y sin avisar que se va y deje colgado el proyecto.  

El francés está dolido por las críticas. Se siente maltratado por los medios afines al madridismo y hasta por el club por elaborar una lista de sustitutos por si se va. Si le molesta es problema suyo y no del Real Madrid y mucho menos de Florentino Pérez, que no se cansa de decir que “es el mejor entrenador del mundo” y que no se plantea ni por asomo echarle cuando es el que más satisfacciones le ha dado en sus 16 años en la presidencia. Igual no entiende que Pérez tenga una lista de posibles relevos después de dejarle tirado en 2018. No tenerla sería una improvisación imperdonable después de aquello. Porque Zidane deberá recordar que Florentino fue destrozado mediáticamente por fichar a Lopetegui en vísperas del Mundial de Rusia, pero quien abrió el melón fue el francés con su renuncia por sorpresa. Adujo que se iba porque necesitaba descansar, pobre justificación en un mundo en el que todos los trabajadores pedirían lo mismo, pero no pueden salvo los privilegiados y encima caprichosos.

Le queda un año de contrato pero se deja querer por Francia y por la Juventus. Sus aciertos están compensando sus fallos y sus caprichosos gustos futbolísticos. Vende a Reguilón y se gasta lo que recauda más 20 millones en un francés que no tiene más nivel que el canterano. Deja irse a otro canterano como Achraf para tener un agujero en la banda derecha en la que ha probado hasta nueve jugadores. Ante el Chelsea mueve de posición a dos jugadores que respondían, Vinicius y Militao, y así lleva desde que llegó. Son caprichos de un genio que a veces funcionan y otras no. También dejó salir a Mayoral primero y a Jovic después y se quedó con Mariano, al que no iba a dar oportunidades, pero no le ha quedado otro remedio que dárselas a cambio de no recibir nada. 

EMPÁTICO

El madridismo pisa por donde pise el francés. Está entregado a su buena educación, a su empatía, a su visión positiva, a no criticar a los árbitros haciendo de pantalla y llamando a la serenidad a un mundo blanco al que le sale humo por las orejas por arbitrajes sospechosos con Hernández Hernández a la cabeza. 

Una actitud siempre ponderada que incluso ha salpicado al bueno de Butragueño, al que sí han criticado por no ser más ácido con los arbitrajes. Pero Zidane no dice si se va o se queda. Ahí sí se permite el capricho de tener en vilo al madridismo que paga la cuenta de su silencio y solo espera oírle decir que se queda. Porque su trabajo no ha podido ser mejor gane su segunda Liga consecutiva o no. Saca rendimiento a un proyecto agotado y lo hace con una medio sonrisa tenga o no problemas para hacer un once de garantías en cada partido. 

Zidane es un caprichoso con sus cosas, con sus fichajes, con algunos jugadores, con los dibujos, con su destino y todos le aplauden porque los medios que utiliza justifican el fin y ‘su’ Madrid ha ganado más en seis años que en los últimos 20. La afición la plantilla y el club están con él, la cuarta pata para el banco la pone él, pero la esconde sin que nadie entienda el motivo. Si se quiere ir estará en su derecho, se le despedirá como merece salvo que haga lo que hizo ya una vez, diciéndoselo al oído al presidente y buscando la puerta de servicio.