La orientación, un elemento clave en la natación en aguas abiertas

Por Rafa Cabanillas, entrenador de natación

La orientación, un elemento clave en la natación en aguas abiertas

La orientación, un elemento clave en la natación en aguas abiertas / Marnaton

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Nadar en piscina y en aguas abiertas tiene muchas similitudes, pero también muchas diferencias. La mayor de ellas es que en el mar nadamos en la inmensidad de la naturaleza, por lo que es de vital importancia saber orientarse correctamente y con efectividad.

 El sentido que usaremos para orientaremos es la vista, por lo que será fundamental tener unas buenas gafas, y cuidarlas al máximo para evitar que se rayen y se deterioren (poniendo spray antivaho, no tocándolas con vaselina, guardándolas en una funda…).

 A la hora de nadar en aguas abiertas necesitaremos estar muy concentrados, ya que cualquier despiste puede hacernos desviar mucho de nuestra trazada. Esto puede añadir unos metros extra no deseados a nuestra travesía, especialmente si estamos nadando una distancia larga o con una gran corriente en contra.

Cómo orientarnos

Podemos guiarnos de diversas maneras. Por ejemplo, cuando tenemos la cabeza dentro del agua usaremos el fondo marino como referencia si estamos costeando, o nos fiaremos de algún compañero de nado si estamos cerca suyo. También podemos ir controlando la distancia a la que estamos de la costa cuando respiramos lateralmente. Pero, sobre todo, debemos orientarnos mediante visualizaciones frontales.

Cuando hablamos de visualización frontal nos referimos a levantar la cabeza por delante, intentando que sea lo mínimo posible y en coordinación con nuestro nado. Es importante no respirar cuando realicemos este gesto técnico (la respiración debe ser siempre lateral), y buscar fijar puntos de referencia que nos ayuden a guiarnos en el agua cada vez que elevemos la mirada frontalmente.

Tres tipos de visualización frontal

Distinguiremos tres formas de visualización frontal, que realizaremos cada cuatro o diez brazadas en función del estado del mar y de la posibilidad de fijar puntos visuales.

En la primera, levantaremos la cabeza lo mínimo posible y dejando que salgan del agua solo los ojos. La coordinaremos con nuestro nado en el momento de máximo deslizamiento de la brazada.

En la segunda, sacaremos la cabeza un poco más y durante más tiempo (cara fuera del agua). Ya sea porque hay oleaje o porque tenemos obstáculos delante.

Aprovecharemos el apoyo con un brazo para subir el cuerpo hacia arriba y el deslizamiento del contrario para mantener la cabeza fuera.

Y si con ninguna de las dos opciones anteriores conseguimos visualizar un punto de referencia… activaremos el modo de emergencia, sacando la cabeza fuera del agua frontalmente hasta que consigamos localizar una referencia. En este caso deberemos aumentar la frecuencia de brazada, ya que bajará nuestro centro de gravedad y nos cansaremos más, así que es recomendable hacerlo lo mínimo posible.