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Entrevista | David Göttler Alpinista

David Göttler: "El alpinismo me enfrenta a la naturaleza, no a otras personas. En la montaña, competir puede ser mortal"

El montañista, que ascendió el Everest con Kilian Jornet en 2022, nos atiende tras su última coronación del Nanga Parbat por la ruta Schell en estilo alpino y sin oxígeno

David Göttler, en la tienda Barrabes Barcelona durante la presentación de la colección Advanced Mountain Kit de The North Face

David Göttler, en la tienda Barrabes Barcelona durante la presentación de la colección Advanced Mountain Kit de The North Face / The North Face

Jordi Delgado

Jordi Delgado

La cima no es lo único que importa, sino cómo llegas hasta ella. Este es uno de los lemas del alpinista alemán David Göttler (Múnich, 1978), que se ha consolidado como uno de los grandes referentes del estilo alpino ligero en los ochomiles. Este verano, su logro de llegar a la cima del Nanga Prabat por la ruta Schell desde la cara sur (Rupal Face) en estilo alpino y sin oxígeno complementario junto a Boris Langenstein y Tiphaine Duperier se une a sus otras destacadas ascensiones al Gasherbrum II, Lhotse, Dhaulagiri y Everest con un estilo único que se basa en la pureza, la ética y la búsqueda de lo esencial en la alta montaña.

David nos atiende en la tienda Barrabés Barcelona tras la presentación de la colección Summit Series Advanced Mountain Kit de The North Face que él mismo ha colaborado en desarrollar y mejorar durante sus ascensiones en la alta montaña.

¿Qué te gusta de vivir durante el verano en Cantabria?

Sí, bueno, no lo sabía hasta que conocí a mi novia, y su familia es de allí, así que así fue como terminé allí. Y, de hecho, nunca lo había tenido en mi radar, viniendo de Alemania. Para mí, España siempre era seca y con muchísimo calor. Y pensaba: “Oh, no quiero mudarme allí”. Y luego la vi, y en realidad creo que es una de las regiones de vacaciones activas más infravaloradas que tenemos en Europa. Tienes la playa y las montañas muy cerca. Puedes ir por la mañana a correr a los Picos de Europa y luego por la tarde ir a una playa que es casi como el Caribe. Bueno, el Atlántico es un poco más frío, pero es tan hermoso, y puedo entrenar, puedo hacer todas mis actividades en verano. Pero aun así echo de menos las montañas blancas, las montañas con glaciares. Por eso siempre volvemos a Chamonix en invierno, donde puedo prepararme para mis expediciones en primavera.

Tienes dos entornos diferentes donde vivir, así que ¿cómo te preparas para todas las expediciones? ¿Cómo son tus temporadas de entrenamiento?

En invierno hago sobre todo entrenamiento vertical y me muevo por terrenos parecidos a los de Nanga Parbat o en los picos de 8.000 metros. En verano disfruto corriendo allí, y también me gusta tener un periodo del año en el que el horizonte es un poco más amplio. En Chamonix el valle es muy estrecho. En los picos de 8.000 metros siempre tienes esas grandes paredes frente a ti, lo cual me gusta, pero también es agradable tener un tiempo para calmarme un poco y volver a empezar a entrenar. En Cantabria puedo hacer parapente, trail running, ciclismo de carretera, que me encanta, y es uno de los mejores lugares para hacerlo. El ciclismo de carretera en Chamonix no es posible: todo está ocupado, las carreteras están llenas. En Cantabria tienes montañas sin fin.

Las montañas son una gran parte de tu vida, ¿pero cómo empezó? ¿Está relacionado con tu familia?

Sí, con mi familia. Mi padre también es escalador, vuela en parapente, hace snowboard, y cuando yo era joven crecí en Múnich. Cada fin de semana íbamos a las montañas, que están a una hora de Múnich, y hacíamos escalada, senderismo, actividades en la montaña... siempre viajes de aventura. Nunca dormí en un hotel hasta los 15 o 16 años, cuando fui con la escuela a un campamento. Siempre dormíamos en nuestra furgoneta, en tiendas de campaña o en sacos de dormir. Así crecí, y nunca practiqué otro deporte. Hice un año de hockey sobre hielo, pero después de entrenar un año no me dejaban jugar porque era muy pequeño. Entonces dije: “Esto no me gusta”, y volví al montañismo. Y sí, eso es lo único que he hecho siempre.

David Gottler, en la cima del Nanga Parbat junto con Boris Langenstein y Tiphaine Duperier

David Gottler, en la cima del Nanga Parbat junto con Boris Langenstein y Tiphaine Duperier / Cedida

Cuando estás, por ejemplo, en Nanga Parbat o en la cima del Everest, ¿recuerdas tu infancia en las montañas de Baviera? ¿Eres la misma persona?

No sé si soy la misma persona, seguro que he cambiado. A veces pienso: “Qué loco lo lejos que he llegado y dónde empezó todo”. Pero lo bonito es que ha sido una progresión muy lenta y constante. Hoy en día hay mucha gente que simplemente dice: “Quiero escalar un pico de 8.000 metros, lo reservo todo”, y consumen las montañas. Para mí, ha sido un crecimiento muy lento desde los siete años hasta ahora, y todavía aprendo todo lo que puedo. Eso me hace feliz, esa progresión lenta y constante.

Ascendiste el Nanga Parbat después de cinco intentos por la ruta Rupal, lo cual es un gran logro. ¿Consideras que la paciencia es uno de los valores más importantes de un montañista hoy en día?

Sí, creo que sí. Es muy importante tener motivación y saber por qué quieres hacerlo, qué te impulsa realmente. En mi caso, quería escalar ese 8.000 con muchas ganas, pero no por la ruta normal: en un equipo pequeño, sin cuerdas fijas, sin oxígeno, sin sherpas. Cada vez que iba, encontraba una pieza más del rompecabezas hasta tener éxito. Era como el burro con la zanahoria: Nanga Parbat siempre me ponía esa zanahoria delante, para subir un poco más arriba cada vez. Y no podía rendirme. Sabía que podía hacerlo por la ruta normal, quizás en un año, pero eso no me motivaba. Cuandollegas a la cima... No se puede poner en palabras.

Esa motivación viene del autodescubrimiento, de conocerme a sí mismo, sus límites. ¿De dónde viene?

Para mí, la cima es el objetivo, sí, pero cómo llego allí es casi más importante. Nunca he escalado para demostrarle algo a alguien. Es una batalla conmigo mismo, con el desafío y con la montaña. En el Everest quería ver si podía alcanzar el punto más alto del planeta con el mínimo oxígeno posible. Y en Nanga Parbat, sin la ruta normal, sin oxígeno, sin sherpas… tenía claro por qué lo hacía, y eso me daba la motivación.

Era mi sueño bajar del Nanga Parbat en parapente. Fueron los 35 minutos más mágicos de mi vida.

Hablaste de la subida, pero la bajada fue distinta, en parapente. ¿De dónde vino la idea?

Empecé con el parapente a los 17 años. Saqué la licencia, pero lo dejé porque el equipo era demasiado pesado. Siempre soñé con combinar montañismo y vuelo, porque parece muy fácil descender volando. En 2015 el equipo se volvió más ligero y retomé ese sueño. Ahora mi parapente pesa 1,2 kilos y cabe en una bolsa pequeña. Lo llevo conmigo, pero no pienso en el vuelo mientras subo, porque distrae. Y siempre tienes que tener la opción de bajar a pie, porque a veces las condiciones no lo permiten. Esta vez, en la cima hacía demasiado viento, así que bajé un poco, a 7.750 metros, encontré un campo de nieve y pude despegar. El momento en el aire fue mágico: darte cuenta de que puedes volver al campamento base sin esfuerzo, viendo el mundo desde otra perspectiva. Fue realmente mágico. Era mi sueño bajar en parapente. Fueron los 35 minutos más mágicos de mi vida. Mis compñeros esquiaron y tardaron cuatro días.

Ese vuelo de media hora bajando del Nanga Parbat… ¿gritabas de alegría o solo observabas?

Tuve momentos en los que gritaba, no me lo podía creer. Fue un vuelo suave, sin turbulencias. El sol se estaba poniendo, y parecía un sueño. Luego, al aterrizar, fue surrealista: pasar de la tienda a una mesa, con un chef trayéndome una tortilla y papas fritas, una Coca-Cola… y pensar: “¿Dónde estoy?”.

Con el montañismo, no es que pierdas un partido, es que juegas con tu vida en la montaña.

Has hablado de los intentos fallidos, ¿cómo decides cuándo detenerte y volver atrás?

No es fácil. A veces hay factores claros: demasiado viento o nieve, y sabes que no puedes continuar. Es frustante, pero es una decisión más fácil. Pero otras veces es más interno. En 2023, con Benjamin, me sentía débil sin razón física. El clima estaba bien, no tenía dolor, pero algo no estaba bien. Intenté continuar algunas horas más, pero al final supe que si seguía, no sobreviviría. Le dije: “Benjamin, lo siento, tenemos que volver”. Fue duro, un golpe al ego, pero necesario. En montañismo, las consecuencias pueden ser fatales. No hay alternativa y te puedes quedar ahí arriba para siempre. Por eso pienso que aunque fue una deciisón dura, fue la correcta. Con el montañismo, no es que pierdas un partido, es que juegas con tu vida en la montaña.

Además de montañista, eres guía de montaña y has visto la masificación en cumbres como el Mont Blanc o el Everest.

Sí, lo he vivido. En 2019 tuve que darme la vuelta a 100 metros de la cima del Everest porque había demasiada gente. Sin oxígeno ni sherpas, no podía esperar en la cola. Nunca me enfadé, porque todos tienen derecho a estar allí. Pero creo que debemos cambiar el enfoque: ser más autosuficientes, no hacer del Everest tu primera montaña. Mientras seamos transparentes y honestos sobre cómo escalamos y con qué ayuda, está bien, siempre que sea de manera responsable y sostenible. Porque también hay un gran impacto ambiental y social, en el país u las comunicades locales. En algunos lados no se cumple porque hay una cantidad increíble de basura en las montañas o generan un impacto demasiado grande en las comunidades. No tengo una solución fácil, porque para países como Nepal el turismo es su única fuente de ingresos. No podemos decirles que reduzcan cuando nosotros en los Alpes explotamos las montañas durante décadas. Encarecerlo tampoco sirve: ya es muy caro y los jóvenes alpinistas conn talento no pueden permitírselo. Creo que la única solución es educar y recordar que cada uno puede encontrar su propio “Everest”, incluso en los Pirineos o los Picos de Europa.

David Göttler, bajando del Nanga Parbat en parapente

David Göttler, bajando del Nanga Parbat en parapente / Cedida

En el Everest estuviste completamente solo en la cima. ¿Cómo fue eso?

Fue la recompensa. En 2019 me di la vuelta, en 2021 con Kilian Jornet también. Pero en 2022 esperé hasta el final de la temporada y logré estar completamente solo en la cima, aunque con 600 otras personas, porque nunca estás realmente solo. Fue surrealista. Miré alrededor y pensé: “¿Esto es realmente la cima?” Estuve ocho minutos y medio allí, completamente solo. Fue increíble.

¿Cómo conociste a Kilian Jornet?

El círculo de montañistas que escalan así es muy pequeño. Le escribí porque teníamos amigos en común, y hablamos de intentar el Everest juntos. Estaba nervioso porque sé lo fuerte que es, pero pensé: “Sería tonto no tener al mejor en tu equipo”. Fue genial, muy humilde, aprendí mucho de él. Es una persona especial.

¿Consideras lo que él hace como montañismo o algo nuevo?

Con sus logros creo que pocas personas entienden realmente lo que son. Ahora vemos actividades híbridas: esquí, parapente, trail running, ciclismo… todo mezclado en la montaña. Y atletas como Kilian combinan todo eso. Es hermoso ver cómo evoluciona el deporte. Es inspirador.

¿Y qué te gustaría hacer en el futuro?

Seguir con los picos de 8.000 metros. No necesito escalarlos todos, pero tengo sueños, como una ruta nueva o una ascensión invernal. Sé que lleva años, pero esos son mis objetivos. También me interesa mucho la parte de desarrollo de productos, contribuir con mi experiencia.

Mencionaste otros deportes como el hockey. ¿Qué diferencian los otros deportes al alpinismo?

El alpinismo me enfrenta a la naturaleza, no a otras personas. No compito con nadie. En la montaña, competir puede ser mortal. Para mí es mi objetivo personal y saber mis límites. No busco récords ni fama, sino desafiar mis propios límites. Por eso amo el montañismo.