Empoderamiento a través del deporte
Mujeres maratonianas en zonas de guerra: "A las que corremos en Afganistán nos consideran prostitutas"
La oenegé 'Free To Run', fundada por la ultraatleta Stephanie Case, se dedica a ayudar a mujeres a empoderarse en zonas de guerra a través del deporte

Mujeres corriendo en Afganistán / Instagram Stephanie Case

Ser mujer en Afganistán es, desde 2021, prácticamente una osadía. En un país en el que ya de por sí los derechos de las mujeres eran limitados, la llegada al poder de los talibanes terminó de expulsar a las mujeres de la esfera pública de manera definitiva. La marginalización del colectivo y la reducción de su existencia a los entornos domésticos bajo el yugo talibán ha llevado a la mitad de la población a prácticamente tener que pedir permiso para existir. En este alambicado contexto, la oenegé Free to Run trabaja para devolver a las mujeres el espacio que les fue arrebatado mediante la práctica deportiva.
“Correr es solo la excusa para conseguir que mujeres que viven en contextos complicados puedan convertirse en líderes de sus comunidades”, señala la fundadora de la oenegé y corredora de ultramaratones, Stephanie Case. La atleta, símbolo de la lucha feminista en la larga distancia y ganadora esta primavera del Ultra-Trail Snowdonia en Gales mientras amamantaba a su hija de seis meses, fundó la oenegé para ayudar a mujeres de Afganistán, Irak o Palestina a empoderarse.
Correr a escondidas
La iniciativa nació en 2012, cuando Stephanie, en el marco de una misión de Naciones Unidas (ONU) para la que trabajaba, se mudó a Afganistán. “Corría dentro de los perímetros de la base porque estaba preparando tres ultramaratones aquel año y las mujeres del refugio a las que atendía empezaron a interesarse por lo que hacía. Me sorprendía que se preocuparan por poder correr cuando no tenían siquiera algo que llevarse a la boca, pero más adelante comprendí todo lo que el deporte podía hacer por ellas”, explicó la atleta en el marco del International Women In Sports Congress (IWISC) organizado en Barcelona por UFEC.
Por aquel entonces, los talibanes todavía no habían asumido el control del país, pero las mujeres seguían viviendo en un contexto de represión. “Afganistán es nuestro caso más complejo, particularmente desde que los talibanes asumieron el poder. Las actividades al aire libre se complicaron, y tuvimos que encontrar la forma de operar de forma secreta en recintos cerrados. Empezamos la toma de contacto con clases de yoga y meditación, pero poco a poco fuimos encontrando subterfugios para poder correr”, rememora Case.
La dificultad de estas situaciones reside, en muchas ocasiones, en la propia comunidad de la que forman parte. “Para muchas de ellas era impensable correr. En su entorno, el deporte es considerado una actividad para los hombres, y no es para nada apropiado para las mujeres. A las que corríamos, en Afganistán, nos consideraban prácticamente prostitutas”, confiesa la fundadora de la iniciativa que afirma que debían trabajar firmemente el entorno de las mujeres que entraban al programa para evitar precisamente estos prejuicios.
“¿Si jamás te han permitido pensar en tu futuro u objetivos, cómo vas a plantearte ser doctora o abogada?”
Un maratón, un futuro
Sin embargo, a través del deporte, a muchas de ellas se les abrían nuevos abanicos de posibilidades y fue así como la oenegé empezó a ampliar su alcance. “Recuerdo especialmente el caso de una muchacha en Afganistán. Nos contó que ella jamás se había planteado su vida más allá de ir al colegio, ir al coro y volver a su casa. A partir de empezar a entrenar para correr un maratón, empezó a planificar sus entrenamientos a futuro y eso le hizo plantearse objetivos a nivel personal que jamás hubiera considerado porque no estaba llamada a ello anteriormente”, explica Case.
“¿Si jamás te han permitido pensar en tu futuro u objetivos, cómo vas a plantearte ser doctora o abogada?”, reflexiona. A través del deporte, muchas de estas mujeres acceden a programas educativos de comunicación y liderazgo que hubieran sido imposibles en contextos tan complejos como el de un Afganistán que pugna por sobrevivir bajo el dominio talibán. “El deporte puede hacer muchas cosas por estas chicas, mucho más allá de lo físico. Mentalmente les permite conectar con otras mujeres de su edad y en situaciones parecidas, les permite explorar sus fortalezas y desarrollar sus capacidades de liderazgo”, añade la corredora.
Para muchas de estas mujeres que terminan cumpliendo sus metas y corriendo maratones en zonas de conflicto, el milagro no es conseguirlo, sino haber empezado. “Es una forma de oposición también a la represión que sufren, el simple hecho de rebelarse y salir a correr en lugar de quedarse en casa. Empoderarse y creer que merecen ese espacio y esa libertad así como creer que son merecedoras de tener planes de futuro. Son mujeres valientes que se reivindican a través de algo tan simple como calzarse unas zapatillas y cumplir un entrenamiento”, asegura Case.
Vía: El Periódico
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