Xavi viene a levantarnos de la siesta

La felicitación de Xavi a una persona muy especial de su entorno

La felicitación de Xavi a una persona muy especial de su entorno / Google

Ivan San Antonio

Ivan San Antonio

La mano dura la usan los malos jefes porque no tienen autoridad para ejercer su liderazgo. La jerarquía es el único argumento que conocen para imponerse ante quienes consideran súbditos. Es una concepción granítica del orden que genera frustración y una productividad escasa. Al otro lado, el opuesto, aparecen esas empresas ideadas en un garaje que acaban saliendo a Bolsa y, cuando ocurre, lo primero que hacen es comprar un futbolín y forrar de césped sintético el parquet para parecer modernos. A mitad de camino sobreviven los de siempre, aquellos que han sido monaguillo antes que fraile, que entienden el negocio como una empresa familiar, que tratan a sus trabajadores como iguales y que no necesitan ni el grito ni el ‘colegueo’ mal entendido para ser respetados. Ahí está Xavi Hernández, al que la mano dura le provoca urticaria porque no entiende su profesión, ahora la de entrenador, como un medio para ejercer el poder. Al nuevo dueño del banquillo le encantaría no tener que poner orden a su llegada al vestuario porque eso significaría que quienes lo habitan ya han ejercido su trabajo con responsabilidad.

A Xavi le habría venido bien encontrar la casa con todo en su sitio, pero se la ha encontrado peor que cuando la abandonó en 2015. Entonces ya se intuían actitudes poco higiénicas para deportistas de élite a los que el club recompensa de forma excepcional. Lo primero que ha hecho Xavi a su llegada es descubrirnos que no es así. Que sigue sin ser así, que seis años después no ha cambiado nada y que si nada cambia todo sigue igual. Ha tenido que venir desde Doha para abrirnos, otra vez, los ojos. Para decirnos que la disciplina brilla por su ausencia. El ‘Kun’ avisó y nadie le hizo caso porque, claro, siempre bromea. Lo mismo hizo Konrad de la Fuente cuando se marchó al OM, pero solo es un chaval. Como Carles Pérez. Tampoco las quejas de Malcom constaron en acta. 

Cuando ganaron el triplete y se marchó Luis Enrique, empezó la siesta. Una ‘becaina’ que ya dura demasiado y cuyo sueño contagia a quienes llegan más tarde, canteranos que llegan como una moto y con ganas de comerse el mundo y son frenados por la inercia de la apatía. También fichajes dispuestos a ser estrellas en el Camp Nou que acaban malviviendo de cesión en cesión, incapaces de encontrar el edredón con el que acostarse al lado de los que han perdido la ilusión por el fútbol. Koeman prometió despertarles, pero ahora sabemos, gracias a Xavi, que tampoco lo hizo. Llegan a la Ciutat Esportiva justos de tiempo, entrenan poco y se van pronto. Su vida es lo que pasa entre entrenamiento y entrenamiento, cuando debería ser justo lo contrario. Lo han vuelto a hacer y casi todos seguíamos mirando hacia otro lado. Xavi ha llegado para poner el foco donde reina la sombra. Sin importarle a quién ilumine, sea amigo, excompañero o monaguillo. Sin levantar la voz y sin necesidad de falsos parques infantiles. Liderará como le enseñaron a liderar desde niño: levantando la cabeza, haciendo mejor a quienes le rodean y, sobre todo, dando mucho juego. Quienes quieran seguirle ya saben lo que hay.