Xavi y el miedo a la derrota

De Jong, abatido sobre el césped del Camp Nou

De Jong, abatido sobre el césped del Camp Nou / JAVI FERRÁNDIZ

Ivan San Antonio

Ivan San Antonio

Pep Guardiola dijo un día, siendo aún entrenador del Barça, que “el día que perdamos el miedo a perder, dejaremos de ganar”. La frase dejó de ser vigente hace ya muchos años porque solo quien sabe que lo tiene todo para vencer puede sentir el dolor que supone caer.

Perder, para la mayoría de quienes hoy habitan el vestuario blaugrana, supone tan solo un ligero malestar pasajero que desaparece al cabo de unas horas tras mostrar cierto arrepentimiento en las redes o ante la prensa. Un par de emoticonos, un mensaje de compromiso ideado por quienes gestionan sus cuentas, un “Visca el Barça” y a vivir que son dos días. Tantos años de fracasos europeos han acabado normalizando la derrota, convirtiéndola en un trámite, la cita anual con una penitencia casi funcionarial. Como quien ficha antes del trabajo o se queja antes de ir a tirar la basura.

Para quien sabe que ganar es una utopía no existe el miedo a perder y el Barça ha convertido la derrota en una rutina inevitable para seguir avanzando hacia no se sabe dónde. La pregunta existencial del ¿qué hacemos aquí? respondida con un simple “jugar”. Y poco más. Ni objetivo, ni plan, ni hoja de ruta. Perder forma parte ya del día a día de un club instalado en la más absoluta de las apatías. El “qui dia passa, any empeny” a lo bestia.

Roma hizo mucho daño, Turín algo menos, París fue un rasguño, Liverpool un percance y Lisboa solo un gesto amargo. Sin miedo a perder ni dolor tras la derrota ya no queda nada a lo que agarrarse. El barcelonismo puede perdonar el fracaso, pero le es imposible empatizar con quien no muestra dolor tras el mismo.

Por eso la cara desencajada de Gavi tras dejar el césped de Múnich conmueve y la fidelidad de Riqui Puig a los colores reconforta. Por eso Xavi acusó a parte del vestuario de “no entender lo que significa jugar en el Barça”. No es necesario insistir en las ventajas que supone para el fútbol singular del equipo contar con jugadores que hayan crecido empapándose de él, pero sí es imprescindible recordar cada cierto tiempo que solo un niño al que han inoculado el amor hacia el escudo es capaz de sentir el dolor que sufren los aficionados año tras año cuando ven a su equipo deambular por Europa como alma en pena, casi ajeno a lo que ocurre a su alrededor. Como si no fuera con ellos. Xavi necesita que sus futbolistas recuperen el miedo a perder para empezar a ganar, pero antes deberá eliminar del vestuario esa mentalidad enquistada que permite a quienes han vivido tantas derrotas asumirlas como algo inevitable.