Xavi llega repleto de ilusión... y con muchos deberes
Xavi ya está en Barcelona. El accidentado regreso del hijo pródigo (con unas rocambolescas negociaciones, con comunicado final a la 01.50 de la madrugada, que Laporta tendrá que explicar mañana) es una sobredosis de ilusión para los culés. Es una vuelta a los orígenes, al estilo, al mejor Barça de la historia. Y eso genera un enorme entusiasmo, tal vez desmedido, entre los socios, los aficionados y el entorno blaugrana. Xavi viene a ganar. A resucitar a un equipo moribundo. A sacar de la tristeza a un barcelonismo hundido en la pesadumbre tras años de decepciones y fracasos. A rescatar a un club humillado deportiva, económica e institucionalmente por la pésima gestión de un presidente (Bartomeu) incapaz de revertir la situación y por la inconsistencia de unos entrenadores (Valverde, Quique Setién y Koeman) sin ambición.
Xavi tiene que liderar la revolución que necesita el Barça. Una revolución que debe empezar en el vestuario y debe culminar en los despachos. El Barça debe reconstruirse de arriba a abajo. Y debe hacerlo, como siempre lo ha hecho, a base de victorias y de buen fútbol. El fútbol brillante que Xavi ejecutó como jugador y que ahora intentará recuperar como entrenador. No lo tendrá fácil. Nada fácil. La plantilla es la que es. Y aunque puede ofrecer mejor rendimiento que el que mostró con Koeman, dista mucho de ser un equipo campeón. Y menos aún asolado, como está, por las lesiones. Ayer, de una tacada, cayeron Ansu Fati, Eric Garcia y Nico. Un desastre.
Xavi, que se ha traído consigo un numeroso staff técnico, tiene muchos incendios que apagar. Y el de la preparación física y el de los servicios médicos son dos de ellos. Vitales. Se necesita una profunda transformación que el nuevo entrenador ejecutará con la máxima celeridad. Y lo debe hacer ganando partidos. Que es más difícil. Como vimos ayer. El Barça, en el encuentro de despedida de Sergi Barjuan como interino, jugó los mejores 45 primeros minutos de la temporada. Se puso 0-3 en el campo del Celta. Con una exhibición ofensiva y de eficacia: cuatro disparos a portería, tres goles. Impresionante. Pero en la segunda parte, sacudido por las lesiones y los cambios, el equipo se hundió. Tanto que acabó cediendo un incomprensible empate. Xavi tiene mucha ilusión. Y transmite esa ilusión a todo el barcelonismo. Pero le espera un trabajo de órdago.
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