Xavi: ¿disfrutar o sufrir?

Con el club jugándosela y el vestuario en el punto de mira, emerge la figura de Xavi como máximo responsable

Xavi Hernández, durante un entrenamiento del FC Barcelona

Xavi Hernández, durante un entrenamiento del FC Barcelona / Valentí Enrich

Xavi Torres

Xavi Torres

El presidente del FC Barcelona y su Junta Directiva han arriesgado en su plan para resucitar al equipo. Visto lo visto, es blanco o negro y, aunque en el fútbol casi nunca dos y dos suman cuatro, parece que esta vez las cartas pueden ser ganadoras. ¿Lo acabarán siendo? Veremos. Las llegadas de Adama, Dani Alves, Aubameyang y Ferran Torres mejoraron la plantilla en invierno y las de Christensen, Kessie, Koundé, Lewandowski, Peña, Pjanic y Raphinha, ahora en verano, han cambiado definitivamente la cara del vestuario del Barça.

Veremos si llega alguien más en los pocos días que quedan para que se cierre el mercado y, también, estaremos atentos a las necesarias salidas que den una ficha a Koundé y vida a los deseos del técnico de contar con más opciones en los laterales. Lo de Bernardo Silva, ahora mismo, parece de expediente X.

¿Qué más puede hacer Joan Laporta? Si hablamos de fútbol, poco. Llega el momento de centrarse en las otras áreas del club para tratar de cerrar lo antes posible las gravísimas heridas heredadas.

La responsabilidad del vestuario

De repente, el Camp Nou se ha llenado de buenos jugadores para formar una plantilla con veteranos y jóvenes, con jugadores que han ganado mucho y con otros que sueñan en conseguirlo, de perfiles diferentes y de procedencias y nacionalidades variadas. Seguramente, cuando se cierre el mercado, el equipo contará con dos piezas -a priori- muy interesantes por demarcación.

Hay calidad. El Barça vuelve a tener talento aunque, como ya hemos repetido muchas veces, el futbolista es mucho más que eso. Por ejemplo, habrá que comprobar si su mentalidad da para soportar la historia, el escudo y la necesidad actual. Tras el hartazgo de las últimas décadas, la tripa azulgrana se queja: en el club hay hambre de títulos. Pero para atraparlos de nuevo va a hacer falta algo más: entender el plan y desarrollarlo con precisión. La historia del Barça post-Cruyff -hablamos de la etapa en que la entidad se convirtió en la referencia mundial del balón, de manera continuada- demuestra que siempre que el equipo se ha alejado del modelo, ha dejado de ganar. Sin embargo, esta afirmación, irrefutable por evidente, es muy fácil de plantear y muy difícil de cumplir, como se ha demostrado en los últimos tiempos. Cada día de omisión del mensaje adecuado y del trabajo pertinente ha condenado al Barça al anonimato actual.

¿Solución? Desde el vestuario, jugadores inteligentes capaces para entender lo que hay que hacer en cada momento. Después de cada mensaje del técnico, una respuesta y un comportamiento futbolístico adecuado: tras el error, la rectificación y tras el acierto, la insistencia. El método azulgrana es complejo y seductor pero sus secretos, por exclusivos, puedan acabar frustrando al propio futbolista. Hay tantos ejemplos que no hace falta insistir.

La hora de Xavi

Así las cosas, con el club jugándosela y el vestuario en el punto de mira, emerge la figura de Xavi como máximo responsable (más que nunca) de lo que vaya a suceder en el futuro. Y en su caso no va a haber excusa que valga. ¿Presión? Por supuesto, pero dígale usted a cualquier entrenador del mundo que va a contar con esta plantilla y comprobará    cómo se le ilumina la cara. Xavi tiene un plantillón y él está encantado.

Llega, pues, su hora. Un día, Johan Cruyff y Xavi Hernández comieron juntos en Can Ferran, mítico restaurante de Sant Quirze del Vallès (Barcelona). Durante la conversación, Johan le dijo a su interlocutor -que entonces todavía era futbolista- que “lo más bonito de un entrenador es comprobar como aquello que tienes en la cabeza se traslada a un campo de fútbol”, para añadir “¡pero no es nada fácil, eh!” (del documental del director catalán Jordi Marcos ‘El último partido’, Bonita Films, 2014). Efectivamente, es muy complicado porque es habitual que excelentes jugadores no conformen un  excelente equipo. Y más, si me permiten, en un club como el Barcelona donde la historia recuerda que es muy difícil llegar al fondo sin atender a la forma.

Si le damos una vuelta al partido del sábado, observaremos que la pizarra de Xavi acabó hecha pedazos. Con un único punta rayista, al Barça le sobraban defensas; como Iraola acumuló hombres por dentro el Barcelona no supo encontrar a Pedri y a Gavi y la persiana se bajó antes de tiempo. Por fuera, ni los laterales ni los extremos entendieron las necesidades. Araujo sufre si tiene que jugar abierto y Alba, con un delantero pegado a la cal por delante, se nubla. En cuanto a Dembélé, más de lo mismo, hace jugadas pero ni marca ni hace jugar al equipo y Raphinha necesita tiempo. Aprendió a trabajar y a buscar la profundidad con Marcelo Bielsa en el Leeds, pero el juego Barça obliga a mucho más. ¿Y Lewandowski? Pues, también en fase de adaptación, aunque su reconocida solvencia debería simplificar muchos procesos del fútbol azulgrana. Como las versiones individuales no funcionaron, lo colectivo tampoco salió bien, con precipitación, sin pausa, sin control, con miedo al fracaso... Tanta ilusión cortocircuitó el plan hasta dejar congelados a los futbolistas, al entrenador y a los aficionados.

Sin prisa pero sin pausa

¿Por qué el Barcelona, el sábado, estuvo tan lejos de lo que el barcelonismo se imagina? Por supuesto que no hay un único motivo ni tampoco un solo responsable, pero lo que está claro es que sí hay una persona encargada de solucionar los problemas que ocurren en el césped: Xavi Hernández. Le toca gestionar los jugadores y también el plan futbolístico, acertar en las alineaciones y corregir durante el partido, lanzar mensajes claros y correctos, situar a cada uno donde más pueda rendir y encontrar sociedades productivas.

Y trabajar mucho, tanto como sea necesario para llegar al objetivo final que no es otro que construir un equipo que sepa lo que tiene que hacer en cada minuto del partido. El entrenador debe centrarse en el juego y ayudar a los futbolistas a evolucionar, a correr más, igual o menos (en función de lo que convenga) pero, sobre todo, a pensar mucho más. En el fútbol, como en la vida, nada se debería hacer porque sí. Después de todo este proceso ya llegará el resto, si se merecen, títulos incluidos.

Pero para que todo esto ocurra es necesario el talento del entrenador. Como es imposible llegar a un consenso pleno será complicado generalizar, pero sí nos atreveríamos a decir que Xavi tiene algunos elementos a favor que llevan al optimismo: está convencido de lo que quiere, se sabe la teoría y fue uno de los mejores en la práctica, tiene mimbres y la confianza del presidente para desarrollar su proyecto con absoluta libertad. Es decir, lo tiene casi todo para disfrutar haciendo aquello que más le gusta. Entonces, ¿para qué sufrir? Xavi debe disfrutar buscando soluciones a los problemas que exhibió el Barça ante el Rayo. La temporada acaba de empezar y el reto es maravilloso.