Volar alto con las alas cortas

Koeman, sobre el partido de Champions ante el Benfica

Koeman, sobre el partido de Champions ante el Benfica / FCB

Carme Barceló

Carme Barceló

Cuando el grajo vuela bajo, hace un frío del carajo”. Eso me decía mi madre, y no siempre refiriéndose a la climatología. Su morfología soriana le permitía resistir varios grados bajo cero pero también le servía el refrán para describir un estado ambiental, una situación convulsa sobre la que planea algo que tiene mala pinta. Pensé en esta frase escuchando a Koeman en la rueda de prensa previa al que, para él, no es un partido trascendente. Para mí, lo es. El tono que expresó el técnico también volaba bajo. Tras el comunicado y la tormenta que supuso éste, el holandés optó ayer por cubrir el expediente ante los medios. Pero frente a las cámaras de ‘Vamos’, volvió a incidir en el realismo. Para él, el Barça planea. Ni más, ni menos. Digamos que evitó sumarse a la euforia que supuso la victoria ante el Levante y, sobre todo, el regreso del nuevo ‘10’. Intento ponerme en la piel de Ronald Koeman, harto difícil sabiendo que cada día te modifican la temperatura ambiental y que lo suyo es un ‘partido a partido’ de manual. Insiste en un “es lo que hay” mientras sus jugadores hacen lo propio con el “somos el Barça”. A él le aguantan los resultados y, de momento, el no encontrar a un sustituto que no sea un entrenador-puente. El objetivo de Laporta y de la comisión deportiva es firmar a un técnico de proyecto a corto, medio y largo plazo aunque le tengan que pagar en ídem. Mientras, el héroe de Wembley seguirá en el banquillo portugués y en el palco atlético porque ni tan siquiera consideraron oportuno en el club recurrir su sanción de dos partidos. “No hay tiempo”, me decían al otro lado del teléfono. “No vale la pena”, pensé y traduje yo. Tampoco el presidente habló ayer con él en su visita a la Ciutat Esportiva. Animó a los jugadores y siguió su camino que, como ha dejado claro, transcurre en paralelo al de Koeman. Si el fútbol es un estado de ánimo, no van de la mano el del público del Camp Nou y el del entrenador. Los que van al estadio se suman al mensaje de la plantilla y se ponen la camiseta para ir a ganar, si se puede, pero siempre con orgullo de pertenencia. Vuelan alto con las alas cortas y se alinean con ‘sus’ jugadores, chavales que no sobrepasan los 20 años de media. Los que juegan con el descaro de no haber vivido antes otra cosa, de no sentir la presión de los millones de ficha y de pensar que lo peor del futuro seguro que no es tan malo como el presente.