La verdad, aunque duela, no se puede silenciar

Iniesta y Messi han compartido la etapa más gloriosa del Barça, pero sus caminos se separan

Iniesta y Messi han compartido la etapa más gloriosa del Barça, pero sus caminos se separan / AFP

J.Mª Casanovas

J.Mª Casanovas

Mañana ganará la Liga el Barça. Con tanta probabilidad que es una seguridad. Le basta un punto frente a un Deportivo condenado al descenso. Por si fuera poco aliciente, los de Valverde jugarán espoleados por el deseo de conquistar el título batiendo un récord de imbatibilidad, de auténtico récord Guinness: ni más ni menos que no perder ninguno de los 38 partidos del campeonato. Ganar la Liga siempre tiene mérito, si es con esta superioridad manifiesta, más.

Sin embargo, este título acompañado de la Copa ganada hace una semana, coincide en el tiempo con la disputa por parte del Real Madrid de su cuarta semifinal de Champions en los últimos cinco años, después de ganar tres de los últimos cuatro títulos. Un hecho que contrasta negativamente con el palmarés barcelonista en la máxima competición: una sola final europea en los últimos siete años. La diferencia, aunque nos duela, es brutal. Los blancos vuelven a vivir una época gloriosa en la Copa de Europa similar a la etapa de blanco y negro de Di Stéfano, cuando ganaban con ayudas y regalos gracias a los manejos de Raimundo Saporta.

No es cuestión de presumir del doblete ya que puede quedar empañado, por no decir eclipsado, por lo que haga tu máximo rival si llega a la final de Kiev. El Madrid se ha dormido en la Liga y ha tirado la Copa, pero en la Champions se han puesto las pilas sacando el coraje y la garra que les lleva a estar cerca de establecer un récord muy difícil de igualar. Fueron el primer club en ganar dos títulos consecutivos y ahora tienen a su alcance el tercero. Por todo esto, el barcelonismo vive sus propios triunfos con un perfil plano, sin pasión, conscientes de que la dura eliminación de Roma hizo un daño irreparable. Fiel reflejo de lo que decimos son los actos preparados para el lunes en el supuesto de que ganen mañana la Liga. Habrá rúa por las calles de la ciudad pero no habrá final feliz en el Camp Nou, con discursos, alegría y fuegos artificiales. En el club han calibrado tal posibilidad descartándola por el riesgo de que el estadio registrara una asistencia pobre, por debajo de otras celebraciones.

En el mundo del deporte la rivalidad es uno de los alicientes indispensables. Aquellos que dicen que hay que olvidarse de lo que hace el Madrid mienten ya que son los primeros en recordarlo. No hay que obsesionarse, cierto, pero las comparaciones son inevitables. De la misma manera que los culés presumen de ser los reyes de Copa, 40 finales y 30 títulos, se encargan de recordar que el Madrid solo tiene 19 copas en sus vitrinas. En la Champions sucede a la inversa. Europa se le atraviesa al Barça en las últimas ediciones, hasta el punto de que ha caído eliminado tres veces consecutivas en cuartos de final con Messi incluido. Toca hacer una reflexión profunda en torno a los motivos que han llevado al mejor Barça de la historia, al equipo que tiene el mejor jugador del mundo, a tan decepcionante papel. Las comparaciones, aparte de odiosas como es el caso, son inevitables. Este es un artículo que no nos gusta escribir, pero la verdad, aunque duela, no se puede silenciar.