Verano de tensión y pretensión

Alonso, al volante del Alpine en Hungría

Alonso, al volante del Alpine en Hungría / Alpine F1 Team

Josep Lluís Merlos

Josep Lluís Merlos

“Tenemos la suerte de disfrutar de un Mundial único, personalizado. El duelo entre Verstappen y Hamilton recuerda las luchas cara a cara de Senna y Prost o los pulsos de Alonso con Schumacher y Vettel”, comentaba Marc Gené esta semana en el podcast ‘Cafè del pàdoc’. 

La temporada culmina su primera parte con la carrera de Hungría de este fin de semana, y ocho son los puntos que separan al de Red Bull (5 victorias de 10 posibles) del de Mercedes (ganador de 4 GP este año, 99 en el total de su trayectoria deportiva).

La cita de Budapest presenta muchas incógnitas. Siendo uno de los circuitos más lentos del campeonato, podría beneficiar a… ¡Ferrari!, que parece gestionar mejor sus neumáticos en condiciones de calor extremo como las que suelen darse en el Hungaroring, con un coche que parecía desenvolverse mejor en trazados no muy rápidos hasta que llegó Silverstone y sus pilotos demostraron que el SF21 también va bien en circuitos veloces, con curvas enlazadas, como el británico.

La carrera magiar coincide con uno de los momentos más álgidos de los JJOO. Tokio ha traído al mundo la necesidad de convivir con el deporte en silencio, una sensación que ya conocemos los habituados a la paradoja que venía produciéndose últimamente en un ámbito tan ruidoso como el del motor.

La renuncia de Simon Biles o la inesperada eliminación de Naomi Osaka, que semanas atrás ya nos había alertado de la importancia de gestionar la presión en el deporte de élite, entroncan directamente con este Mundial de F1.

Que los protagonistas de los GP tienen que lidiar con ello mucho más allá del peligro físico que entraña su oficio, es algo que ya conocíamos. Baste recordar la ‘espantá’ de Nico Rosberg días después de culminar su objetivo de proclamarse campeón del mundo.

La madurez alcanzada por alguien tan ‘loco’ (hasta hace poco) como Verstappen o los fallos de alguien tan infalible como Hamilton (siete títulos mundiales) son otro ejemplo de cómo de importante es saber gestionar esa presión que sienten sobre todo quienes reinan en el olimpo.

Y no solo ellos. Fernando Alonso, 40 años recién cumplidos esta semana, dos títulos mundiales de F1, 32 victorias y 22 poles en 323 GP. Nada por demostrar, libre de toda presión. Hacía tiempo que no disfrutábamos tanto con su pilotaje. ¿El resultado? Cinco carreras consecutivas en los puntos, la segunda mejor racha actual de toda la parrilla, por detrás de Norris, que lleva 15 GP seguidos puntuando. Carlos Sainz, 26 años, siete temporadas en la F1. En la primera, con Toro Rosso, tras diez carreras había sumado 9 puntos; esta, la primera con Ferrari (la olla a presión más tensionante de los 71 años de historia de la F1), ya es la mejor porque suma 68. Nunca había acumulado tantos a estas alturas. El mérito es doble, sobre todo teniendo en cuenta que si bien el coche de Maranello es, obviamente, más competitivo que el de Faenza, no hay ningún otro asiento tan ‘caliente’ como ese en toda la parrilla. Ejemplos que también demuestran que en el deporte la presión, la tensión y la pretensión (tres conceptos distintos, aunque suenen igual) son de vital trascendencia. Y que por delante del músculo está la estabilidad emocional. La cabeza, que cada cual maneja como puede.

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