Valverde y el vestuario

Valverde, dubitativo durante el partido

Valverde, dubitativo durante el partido / AFP.

Joan Mª Batlle

Joan Mª Batlle

Una vez (Athletic) puede entenderse, y más si es el primer partido de Liga, no está Messi y se ha hecho una pretemporada que no es pretemporada ni es nada. Dos veces (Pamplona) ya enciende las alarmas y exige que se tomen medidas. Tres veces (Granada) ya es inadmisible. Cuatro veces (Levante) es imperdonable.

En esas estamos, en lo imperdonable. Y más si entre tanto despropósito, en la Champions se ha estado los tres partidos al borde del precipicio. Imperdonable es perder tres partidos en doce partidos, algo que no sucedía desde hacía diecisiete años. Imperdonable es encajar el sábado tres goles en seis minutos, algo que no sucedía desde hacía veintiún años. Imperdonable es que diez días después de que Ter Stegen llamara públicamente a hablar para arreglar algunas cosas, el Levante les pinte la cara. ¡Qué diferencia con el City y el Liverpool, que tiraron de orgullo para remontar el mismo sábado de marras!

Vamos a ver: ¿Es que no se habló después de lo de Praga? Parece que no. ¿Es que no se ha corregido la falta de concentración, motivación e intensidad que los propios futbolistas reconocieron tras los anteriores fiascos? Parece que no. ¿Es que el entrenador no ha sacado conclusiones tácticas y sobre determinados jugadores de las experiencias negativas previas? Parece que no. Bueno, no lo parece, ¡seguro que no! Y esto ya es mucho más que imperdonable. Miren, todos los síntomas conducen a una relajación de los jugadores y un dudoso estado de forma de algunos de ellos.

No me cansaré de repetir que a igualdad de intensidad y concentración, el Barça ganará al noventa y cinco por ciento de sus rivales. Si ello no sucede, están claros los culpables. Pero al frente de estos jugadores hay un entrenador, el entrenador que les ha de motivar, tener enchufados y si no lo logra, debe tomar las decisiones pertinentes.

Por cierto, a Valverde no le gustó que Ter Stegen hablara claro y alto en Praga, como seguramente no le habrá gustado que Griezmann denuncie ahora “falta de fútbol y otras cosas”. Problemas. Los jugadores piden una reacción. Se empieza a notar falta de sintonía entre el entrenador y el vestuario. “Estas cosas” incluyen la falta de coherencia en decisiones y alineaciones. Tampoco los jugadores entienden que Dembélé se quede en Barcelona y que cuando se lesione Suárez tenga que salir Carles Pérez, por cierto, antes que Ansu Fati. que esta es otra. Ni que después de no sé cuántos años clamando por el fichaje de un recambio para Jordi Alba, cuando quieres dar descanso a éste, pongas a un lateral derecho en la izquierda y dejes a Junior Firpo en la grada. Ni la falta de reacción cuando el equipo rival les supera.

Le perdonaron Roma y Liverpool, pero ya no habrá una tercera oportunidad. Cuando escuchas al entrenador decir que “se ha perdido un partido y ya está, se te ponen los pelos de punta. Es el resumen del problema. Un entrenador paralizado y unos jugadores anestesiados. El martes seguramente volverán a ganar y, posiblemente, a golear. Pero ya nadie se atreve a asegurar que no asistiremos a nuevos fiascos imperdonables. Alguien tiene que coger el timón de la nave.