Valverde, por eliminación

Tal como se comprobó el domingo en un Camp Nou medio vacío y con el silbido a punto, la depresión post Anfield no será leve

Ernesto Valverde

Ernesto Valverde / EFE

Jordi Costa

Jordi Costa

Tal como se comprobó el domingo en un Camp Nou medio vacío y con el silbido a punto, la depresión post Anfield no será leve. Ni siquiera ganar la Copa o el siempre goloso mercado de fichaje pueden competir con un sinsabor que no se arregla exclusivamente cargándose al entrenador.

VALVERDE, POR ELIMINACIÓN

La directiva del Barça ha pospuesto cualquier decisión sobre el inquilino del banquillo de cara a la próxima temporada hasta después de la final del Copa. Buena medida si no quieren actuar con el pulso alterado por lo de Anfield; preocupante postura si significa que la continuidad de Valverde depende de un partido que genera indiferencia entre el aficionado. Valverde ya ha dejado claro que no dimitirá, lo cual implica que todavía no está hasta las narices de todo y, además, es absolutamente lícito teniendo un contrato acabado de renovar. Más claro el agua: si alguien no le quiere, que dé la cara y le eche.

Tal como ha funcionado el club en los últimos años, no es una cuestión menor -todo lo contrario- que no haya surgido del vestuario ni la más mínima crítica a los planteamientos del técnico a raíz del KO europeo, como sí le sucedió a Luis Enrique. Es más: durante el curso, incluso se ha escuchado a Messi y Suárez elogiar la habilidad táctica de Valverde.

En resumidas cuentas, o los futbolistas fingen de maravilla de cara a la galería, o están a muerte con su entrenador. ¿Debería ser esto definitivo para su continuidad? No debería, pero es obvio que, tal como está el equilibrio de poderes en la entidad, muy valientes deberían ser Bartomeu y Segura para enfrentarse al vestuario, máxime cuando no es fácil imaginar un entrenador que garantice mejorar el rendimiento de Valverde. Veamos.

Como sucede en estos casos, se señala en primer término al autor material del repaso. ¿Klopp? Imposible. No se movería del Liverpool, donde es indiscutible aún antes de haber ganado un título, y además todavía tiene menos que ver que Valverde con la idea de juego tradicional del Barça. A continuación, aparece en la parrilla algún ‘ex’, por aquello de que conoce bien la casa. ¿Koeman? Con galones suficientes para entrar en el vestuario sin llamar, el seleccionador holandés conoce el libreto cruyffista mejor de lo que ha aplicado en sus equipos anteriores. Como el entrenador de moda, Ten Hag, suena a apuesta demasiado radical para esta directiva y sobre todo para esta dirección deportiva, nos quedamos sin candidatos evidentes.

Así las cosas, si el Barça gana la final de Copa, y quizás perdiéndola también, Valverde tiene muchos números de seguir la próxima temporada. Porque llegados al punto en que a la mayoría de culés les da igual el recorrido soporífero de la temporada, poder esgrimir dobletes y tener contento al vestuario le convierten en un mal menor.

EL BUEN CAPITÁN Y EL BUEN AFICIONADO

Nos hemos pasado toda la temporada celebrando lo bien que le sentaba a Messi su recién estrenada capitanía. No hay duda de que nos excitó a todos con sus ambiciosos planes para la temporada y es obligado recordar que, sin su concurso y su determinación, la temporada hubiera resultado insufrible. Pero no es menos cierto que, cuando el castillo de naipes lindo y deseado se desmoronó en Anfield, el capitán desapareció. Dicen que anda muy decepcionado -seguramente un eufemismo de muy cabreado- por verse fuera de la final de la Champions por cuarto año consecutivo, y es obvio que lo suyo siempre fue mucho más el balón que la palabra. De hecho, con lo que nos da en el campo, por mi como si hubiera nacido mudo. Pero resulta que Busquets lleva una semana haciéndole la cobertura, intentando explicar lo inexplicable ante cada micrófono que le han puesto delante, pasando un mal rato por hacer entender al aficionado que el vestuario está igual de hundido que la grada, y va el Camp Nou y le silba por perder diez balones en un partido de resaca. Hay que entender poco de fútbol para pitar a un futbolista sin el cual no se explica la mejor época de la historia del club. Pero todavía es más grotesco cuando se trata de un hombre que, sin serlo, comprende que ser capitán del Barça es algo más que llevar el brazal de la Senyera los días de partido.

ILUSIONA: DE LIGT

Quizás el fichaje inminente del central holandés y el ya cerrado de su amigo De Jong no sean suficientes, por su juventud, para cambiar en seco la deriva futbolística del Barça, pero sí que son, sin duda, dos magníficas piezas sobre las que edificar el futuro.

DEPRIME: COUTINHO

Por sus aptitudes futbolísticas, parecía una apuesta segura -aunque cara- cuando aterrizó en el Camp Nou. Año y medio después, anda cabizbajo y escrutado por una afición que ya no le perdona su aparente pasividad. Si llega Griezmann, su futuro está lejos.