Valverde pierde la misma guerra que Pep y Luis Enrique

Valverde mostró su preocupación en el partido ante el Slavia

Valverde mostró su preocupación en el partido ante el Slavia / EFE

J.Mª Casanovas

J.Mª Casanovas

Para analizar con conocimiento de causa los problemas que atraviesa el equipo de Ernesto alverde, el diagnóstico se debe hacer analizando situaciones similares vividas en el pasado. La responsabilidad y dimensión del cargo de entrenador del Barça es una carga muy pesada que pocos están capacitados para soportar. Es un puesto que quema, produce un desgaste evidente y erosiona la relación con los jugadores.

El mejor Barça de toda la historia fue el que dirigió Pep Guardiola (2008-2012); en cuatro años ganaron 14 títulos con el récord mundial de levantar seis copas en una temporada. Aquello fue espectacular, apoteósico, inolvidable. Casi nos atreveríamos a decir, irrepetible. Así y todo, el entrenador victorioso decidió no renovar contrato alegando agotamiento, concretamente dijo: “Me siento vacío y me tomo un año sabático para cargar pilas”. Aquello solo fue una verdad a medias. Año y medio después, cuando entrenaba al Bayern de Múnich, confesó en Alemania toda la verdad: “Me fui del Barça porque ya no podía motivar a los jugadores”.  Su fuerza moral sobre Messi y compañía había llegado al límite y prefirió irse antes de vivir un declive. Aguantó cuatro años en la silla eléctrica del Camp Nou.

Una historia parecida se repitió con Luis Enrique (2014-2017), en tres años consiguió un palmarés impresionante, ocho de los diez títulos disputados, un digno sucesor de Guardiola. Sin embargo, acabó igual, tirando  la toalla de la continuidad por decisión propia alegando los mismos motivos que su amigo, necesidad de descanso, ganas de desconectar, como si el banquillo del Camp Nou fuera un potro de tortura.  Aguantó tres años en el cargo.

Siguiendo el mismo hilo conductor llegamos a Valverde, un entrenador que en junio culminó su segunda temporada con el siguiente palmarés de títulos: dos Ligas, una Copa del Rey y una Supercopa de España. Sin embargo, desde el pasado verano comienza a sentir los mismos síntomas que sus antecesores, con la diferencia de que los plazos se acortan y le sucede a los dos años de firmar contrato. La decepcionante eliminación de la Champions ante el Liverpool y la pérdida de la final de Copa encendieron las alarmas. El técnico dudó continuar a la vista de las críticas. Bartomeu le salvó la cabeza en una decisión personal que no fue entendida por parte de la directiva.

La realidad es clara: Valverde está perdiendo la misma guerra que antes perdieron Guardiola y Luis Enrique. Los jugadores tienen un poder excesivo. Se aprovechan de la falta de mando en el club. Tienen contratos de oro, parecen intocables. Van a su bola y tienen negocios paralelos. Valverde en este sentido es víctima de la dictadura del vestuario. Nadie le apoya desde una secretaría técnica descabezada. La directiva no pinta nada. El presidente Bartomeu sufre una situación está descontrolada e incluso comienza a pensar que la continuidad del entrenador no fue la mejor decisión. Hicieron demasiadas concesiones a los jugadores cuando ganaban, les han concedido muchos privilegios en las renovaciones de contratos. Ahora nadie se atreve a cortar por lo sano. Veremos si entre todos son capaces de reconducir la situación, de lo contrario, amenazan nubarrones de tormenta.