Valverde, ante su primer momento de la verdad

Valverde, en la rueda de prensa

Valverde, en la rueda de prensa / David Ramírez

Ernest Folch

Ernest Folch

En una temporada siempre hay dos o tres momentos críticos. La increíble derrota ante el Leganés ha llevado a Barça y más concretamente a su entrenador a uno de estos posibles puntos de inflexión. Para bien o para mal, lo que suceda en los próximos partidos va a determinar el presente curso y quien sabe si los venideros. Porque en Butarque no solo se perdieron tres puntos sino que además se vieron cosas muy feas: desde errores de principiantes por falta de concentración hasta una evidente falta de ambición, como si más de uno ya se conformara con ganar los partidos por la mínima. A lo que hay que sumar la sangría de puntos (1 de 6) en los dos últimos partidos y una sensación general de desconfianza.

Llegados a este punto se señala con razón el pobre estado de forma de jugadores clave como Piqué o Umtiti, pero es el momento de mirar al capitán de la nave, que se llama Ernesto Valverde. De él se espera que sienta a las estrellas si no rinden, que dé cabida a los fichajes para que la plantilla se regule más y mejor, que dé toques de atención a los que se duermen, que confíe en la cantera de una vez (por ejemplo confiando antes en Miranda que en Vermaelen para el lateral izquierdo) y que impregne al club tanto internamente como externamente de un discurso ilusionante que permita saber de dónde venimos y a dónde vamos.

Es decir, toca que el entrenador muestre su liderazgo y lo lleve a la práctica. Alguien dirá que pedir todo esto es llevar la exigencia hasta el límite. Y es cierto. Pero es que para algo el banquillo del Barça es seguramente el puesto más complejo del mundo del fútbol, sobre todo desde que la directiva delega en el entrenador tareas que no le son propias como las de representación y portavocía. En cualquier caso, guste o no, Valverde está ante su primer momento de la verdad.