La Universidad de Messi

Messi será suplente ante el Betis

Messi será suplente ante el Betis / AFP

Xavi Torres

Xavi Torres

Hablamos de los dos Barças del sábado, ante el Betis. El de la primera parte, de academia; el de la segunda, bajo la ley de Messi. Encontramos lo que sucedió en los primeros 45 minutos en los libros de fútbol: jugada que empieza en Sergi Roberto y pasa por Piqué para acabar en Alba; transición en ataque que inicia Lenglet, el balón pasa por Sergio y acaba, en la mediapunta, en las botas de Pedri; ataque en estático de Dembélé que finaliza con una circulación de la pelota que acaba con ésta en las botas de Fati. Fútbol académico, como mandan los cánones, para empezar por un lado y acabar en el otro. Así transcurrió la primera parte, con más ocasiones azulgranas, con las idas y venidas habituales y con empate a uno.

Nadie como Frenkie de Jong para ejemplificar la cuestión. Hace tiempo que en esta tribuna alertamos de la poca conexión futbolística existente entre el holandés y Messi. La escuela de De Jong en el Ajax ha provocado en él unos automatismos que en el Barça no se cumplen pero que trata de seguir manteniendo, seguramente, por sentido común. O mejor dicho, por el sentido común de todos los futbolistas mortales que, efectivamente, lo son todos excepto uno.

Si el balón llega desde la izquierda a De Jong éste lo va llevar a la derecha. Y vuelta a empezar. En cambio, si el balón llega desde la izquierda a Busquets, la jugada se va a desarrollar de manera diferente: se lo va a pasar a Messi, a pesar de estar centrado y rodeado de cuatro rivales. Y a partir de ahí, cualquier cosa puede pasar. La magia del argentino da para exhibiciones como la perpetrada el sábado ante el Betis. Dos goles, una asistencia maravillosa y un marcador final de 5 a 2.

No hace mucho hubo debate en La Masia porque sus responsables se dieron cuenta de que los equipos de la base insistían en atacar por el centro. Simplemente, trataban de copiar el irreproducible fútbol de Messi. El resultado estaba siendo peligroso ya que, por norma, las defensas rivales salían ganadoras del duelo. Lógico: por el centro no hay espacios. Hubo que corregir las dinámicas y regresar al juego por las bandas.

Messi tiene 33 años y no tiene la chispa de antaño pero mantiene una lucidez única. No se sabe a ciencia cierta qué pasará cuando no esté pero mientras el ‘10’ pise el césped hay que adaptarse a su imperial personalidad, aunque no haya lógica ni sentido común en muchas de las acciones ni haga esfuerzos obligatorios para cualquier futbolista que él considera inútiles. Dejémoslo en que la Universidad de Messi no es para alumnos mortales. Y punto.