Una mina de oro

Ansu Fati fue el gran protagonista del partido

Ansu Fati fue el gran protagonista del partido / AFP

Rubén Uría

Rubén Uría

Inmerso en su enésima crisis, el culé necesitaba que su Barça hablase alto y claro donde mejor se expresa, en el césped. Dicho y hecho. El debut de Koeman se saldó de manera notable. Ansu Fati, un asesino con cara de niño, reventó el cerrojo amarillo con dos goles y un penalti forzado, que sirvió para que Messi gritase su primer tanto desde el burofax. Fue un monólogo azulgrana y Emery salió del Camp Nou como siempre suele, derrotado (14 visitas, 14 derrotas) y triturado.

El barcelonismo respira aliviado y Jorge Mendes se frota las manos: Ansu Fati tiene 17 años y no es una pepita de oro, sino toda una mina...

El atleti descubre la felicidad

Los atléticos se deleitaron con el fútbol caviar de Joao Félix y cuando Luis Suárez ingresó en el césped, los cholistas decretaron, de manera oficial, el estado de felicidad en el Metropolitano. Joao líderó al equipo, ofreció todo su catálogo de pases y regates, anotó un gol y completó una de las mejores actuaciones desde que está en España. Luego llegó el “show” Suárez. 

En veinte minutos, dos goles de depredador y asistencia genial. El epitafio final del bromista Diego Costa fue lapidario: “Nos vamos a entender bien. Uno pegando y el otro, mordiendo”. Los atléticos son felices: la dinamita de Luis Suárez es un regalo inesperado llovido el cielo. Algunos ya piden el nombre de Bartomeu en el paseo de leyendas del Atleti.

El var y la historia interminable

El choque fue una montaña rusa de emociones, trufada de una lluvia de ocasiones. El Betis golpeó primero, el Madrid remontó y Sergio ‘Panenka’ Ramos volvió a ser decisivo.

También el VAR. Para el Betis, la pantalla delatora sirvió para articular el discurso de la vara de medir y del eterno favor al grande. Al Madrid le quedó el inevitable “unas veces te dan y otras te quitan”. En realidad, con o sin VAR, en cuestión de polémicas y chapapote, el orden de los factores no altera el producto. Es la historia interminable: el agraviado llora y el beneficiado sonríe.