Una final demasiado politizada

Vincenzo Montella intentará ahogar a Leo Messi para que no reciba balones

Vincenzo Montella intentará ahogar a Leo Messi para que no reciba balones / IGNASI PAREDES

J.Mª Casanovas

J.Mª Casanovas

Estamos delante de una final de Copa del Rey que en Barcelona no despierta pasiones. Estamos tan acostumbrados a ganar este título que se valora poco, no en vano lo conquistaron tres años de forma consecutiva (2015, 2016 y 2017). Es un partido que llega en mal momento para los aficionados culés después del mazazo de Roma y más pendientes de conquistar la Liga la próxima semana que de otra cosa. Hay un dato que revela el estado de ánimo de los barcelonistas: el cupo de entradas asignado por la Federación Española para acudir al Wanda Metropolitano no se ha agotado, un hecho sin precedentes en finales anteriores donde la demanda se desbordaba. La Copa se ha convertido en un complemento, una competición de doble rasero. Para los grandes es un trofeo menor mientras que para los que no están acostumbrados a ganar títulos se convierte en todo un acontecimiento. Dicho en otras palabras, si Iniesta levanta la Copa el título no da para hacer una rúa en Barcelona el día siguiente. Por el contrario, si ganan los andaluces la fiesta grande en Sevilla está garantizada.

Estamos en puertas de una final donde en los prolegómenos la política lamentablemente ha eclipsado al fútbol. Politizar la Copa es un error. Algunos están tan preocupados en los decibelios que pueda alcanzar la pitada al himno nacional como por la fiebre amarilla que se pueda ver en las gradas. Mientras que los jugadores de los dos clubs han mantenido un perfil bajo sin ganas de calentar el ambiente, hay otros actores empeñados en lanzar amenazas y mensajes equívocos. El ministro Zoido se pasa de la raya cuando considera un acto de violencia pitar el himno, teoría en la que tiene de aliado al ínclito Tebas que incluso llegó a comentar que el partido se tendría que suspender si no se respetaban personas e instituciones, si había violencia verbal. Como mas medidas coactivas impongan, peor. Afortunadamente la Federación Española ha dado marcha atrás en la decisión inicial de prohibir  esteladas. Felipe VI no tiene suerte, desde que llegó al poder el Barça ha jugado siempre la final con la pitada correspondiente. Lo que pase esta noche no le vendrá de nuevo y menos en un momento político donde las relaciones entre Catalunya y la Corona no pasan por el mejor momento.

En esta situación convulsa y compleja, el papel de Bartomeu es complicado. Los radicales critican que no se implique más en el independentismo; los conservadores le acusan de politizar el club. Es un problema que tiene lecturas muy distintas en Madrid y Barcelona. Por dicho motivo hay que elogiar la valentía del presidente que ha lanzado un mensaje reivindicando la independencia de la entidad hablando de respeto, identidad, justicia, diálogo, soluciones políticas y libertad de expresión. Fue el discurso más político de Bartomeu marcando el terreno de juego de un club de histórica tradición catalanista. En vez de replicar a Zoido o Tebas, prefirió defender a los socios: “Cuando nuestra afición silba el himno, no es para menospreciar ningún símbolo, sino en protesta por algunas actitudes”. Así pensamos muchos.