Una eliminación que puede ser un punto de inflexión

Decepción al final del partido

Decepción al final del partido / Valentí Enrich

Ernest Folch

Ernest Folch

El Barça cayó en San Mamés porque no concretó su dominio, porque el árbitro se comió un penalti muy claro sobre De Jong y porque hoy es un equipo que físicamente no da más de si. Esta vez nadie podrá reprocharle nada a los jugadores: hicieron un esfuerzo encomiable, jugaron para ganar hasta el final y la actitud fue impecable, pero si el Barça sucumbió fue también porque hoy tiene un plantilla mermada, corta y descompensada a la vez, una combinación letal que lo deja debilitado cuando los partidos se ponen cuesta arriba. 

Si a un cojo le haces correr un maratón termina por reventar: esto es exactamente lo que le ocurrió ayer al Barça, que acabó colapsando físicamente tras haber dominado el encuentro y haber merecido ganar. Fue hasta el final un colectivo compacto y bien trabajado, pero que no supo concretar las ocasiones claras que generó.

Curiosamente este Barça de Setién pierde el día que mejor jugó desde la llegada del nuevo técnico y curiosamente sale reforzado futbolísticamente el día que cae eliminado. Sin duda, sigue siendo una plantilla con graves carencias (habrá que ver cómo se administra la dramática baja de Piqué, que deja al equipo con solo dos centrales contrastados), pero el Barça llegaba a esta eliminatoria aparentemente a una gran distancia del Madrid, y deja esta competición con la sensación de haber igualado otra vez las prestaciones.

Imagen diametralmente opuesta

Los dos se van para casa, pero dando una imagen diametralmente opuesta. Es decir, la derrota que teóricamente podía agudizar los problemas internos genrados con la crisis Abidal-Messi puede convertirse en un punto de inflexión para crecer en el futuro. Porque, no nos engañemos, el Barça no queda eliminado de la Champions sino de una competición menor que en estos momentos le podía causar un desgaste insoportable con una plantilla tan justa como la actual.

La otra cara de la moneda fue el Madrid de Zidane, que cayó en casa con estrépito y sin ninguna excusa, a merced de una Real que lo bailó durante casi todo el encuentro. Solo al final pudo el Madrid meter el miedo de siempre al equipo donostiarra, que a punto estuvo de desaprovechar una increíble ventaja de 1-4, que quedó maquillada en el 3-4 definitivo.

Ya verán como en los próximas horas el entorno madridista intentará suavizar el batacazo sacando importancia a la Copa pero lo cierto es que, más allá de la eliminación, lo preocupante para los de Zidane fue la imagen de impotencia que dieron durante todo el partido, en el que fueron superados sin discusión. Para el Madrid esta Copa también puede ser un punto de inflexión. Atención a los giros de guión que tantas veces da el fútbol.