Una derrota incomprensible

Messi, desesperado, al final del partido tras la derrota

Messi, desesperado, al final del partido tras la derrota / AFP

Lluís Mascaró

Tres errores defensivos sentenciaron al Barça. El equipo blaugrana, que había ofrecido una imagen brillante y había hecho méritos para estar en la final de la Supercopa, se quedó sin premio por culpa de una desconexión física y mental incomprensible. El conjunto blaugrana fue, este jueves, capaz de lo mejor y de lo peor. Pasó de practicar un fútbol excelente, profundo, intenso a caer en la vulgaridad y los nervios. Y del 2-1 que hacía soñar con un apasionante clásico se pasó a un 2-3, tras dos contraataques del Atlético, que noquearon al Barça y dejaron en una anécdota todo lo bueno que había ofrecido hasta entonces el conjunto de Valverde.

Jugar una Supercopa de España en el mes de enero y en Arabia Saudí no tiene nada de normal. Como tampoco lo es que, en este nuevo formato que se ha inventado Rubiales para recaudar mucho (muchísimo) dinero, participen dos equipos (Madrid y Atlético) que no hicieron la pasada temporada ningún mérito para estar en el torneo. Pero 40 millones de euros anuales (por tres años, es decir, 120 millones) han obrado el milagro. El Barça tenía más a perder que a ganar en esta especie de 'final four' en el exilio. Cualquier cosa que no fuera conquistar el título podía ser considerado un fracaso. Y permitiría reabrir el debate sobre el juego del equipo, el rendimiento de varios jugadores y las decisiones tácticas de Valverde.

Y así ha sido. Aunque en esta ocasión cabe introducir el factor injusticia para entender la dolorosa eliminación de los blaugranas. El Barça hizo el mejor fútbol del partido. Fue muy superior al Atlético, al que empequeñeció con su juego y su ambición. Pero el derrumbe que sufrió el equipo en los últimos diez minutos no tiene explicación. O tal vez sí. Con la calidad no basta. Hace falta concentración del minuto 1 al 90. Sin despistes. Sin errores. Y el Barça cometió muchos fallos. Demasiados. Solo una victoria en los últimos cinco partidos es una estadística que duele. Y que obliga a reflexionar. Mucho.