Una debacle anunciada pero de consecuencias imprevisibles

Las imágenes de Messi contra Croacia

Messi vivió con desesperación el partido / EFE / AFP

Ernest Folch

Ernest Folch

La sonora, merecida y grotesca derrota de Argentina ante Croacia es uno de estos partidos que marcan una era por la sencilla razón que hacen aflorar la pura y triste realidad, que no es otra que la selección Argentina es hoy una caricatura de equipo, sin ningún concepto trabajado ni nada que honre mínimamente este deporte.

Una Croacia ordenada y trabajadora, en la que brilló un sublime Rakitic, desnudó a Argentina y la dejó en ridículo delante de los ojos del mundo. La selección albiceleste siguió con su único plan de agarrarse a Messi, que ayer anduvo cabizbajo y ausente todo el partido, consciente de que encima de sus espaldas se le ha puesto, como una losa, una misión imposible. Y es que es difícil encontrar precedentes en la historia de la selección argentina que igualen el nivel de disparates futbolísticos que vimos ayer, con un Mascherano naufragando en un medio campo que nunca debería pisar, jugadores como Meza sin rumbo, Dybala entrando demasiado tarde y luchando contra molinos, Banega ni siquiera jugando cuando es el único mediocampista con algo de criterio, y un sinfín de barbaridades, que alguien se podría entretener a catalogar y a exhibir en el museo futbolístico de los despropósitos.

En realidad fue el partido de fútbol más elemental del mundo: Croacia se limitó únicamente a esperar que Argentina se cociera en su propia salsa, y el primer dislate, que desencadenó la tragedia posterior, llegó al principio de la segunda parte, cuando el portero Caballero regaló el primer gol en una acción de vergüenza ajena. Argentina siempre es capaz de empeorar lo que parece imposible de degenerar todavía más.

No se sabe muy si no tiene mejores jugadores, no ha sabido encontrarlos o, lo que es peor, no ha podido ensamblarlos, pero lo cierto es que el resultado ofrecido es un equipo hundido, sin ninguna fe en sus propias posibilidades. Alguien dirá con razón que todavía no está técnicamente eliminada y que en el mundo maravilloso e imprevisible del fútbol todo es posible, incluso que este equipo en ruinas renazca de la nada.

Pero no parece que sea posible, porque el primero que no parece créerselo, a juzgar por su cara de tristeza y sufrimiento, es el propio Messi, harto de jugar solo en medio del desierto. Y atención, porque la debacle que está a punto de acontecer estaba anunciada, pero no es neutra. Puede tener consecuencias imprevisibles. Empezando por Argentina, que difícilmente podrá convencer a Leo de seguir en la selección. Y terminando por el Barça, que deberá gestionar con mucha delicadeza el ‘shock’ de su gran estrella.