LA DGT CULPA A LA VELOCIDAD

Tú conduces, ellos recaudan

El número de víctimas en la carretera durante el pasado verano creció... demasiado

Accidente de tráfico

Accidente de tráfico / AGENCIAS

Enrique González

Enrique González

Tras el periplo estival, los datos de siniestralidad en nuestras carreteras no han arrojado unas cifras alentadoras. Ni mucho menos. Los muertos durante los meses de julio y agosto han aumentado un quince por ciento, un registro bastante preocupante que pone en tela de juicio muchos de los factores que intervienen en los accidentes.

Eso sí, la Dirección General de Tráfico no ha tardado en decir que la velocidad vuelve a ser el principal causante de estos datos tan preocupantes y que piensan de nuevo en reducir los límites especialmente en las vías secundarias y regar las carreteras con nuevos radares para frenar esta sangría.

Negativo. El conductor español no corre más de la cuenta y, cuando lo hace, es para superar como mucho en un diez por ciento los límites establecidos, ridículos a todas luces con los ya conocidos noventa kilómetros por hora en carreteras de segundo orden y de ciento veinte en autopistas. Estamos hablando de limitaciones del siglo pasado que no casan con la evolución tan salvaje que han sufrido los coches actuales en los últimos años.

Igual de anacrónicos son estos topes de velocidad como un carné de conducir obsoleto que, para su obtención, trabaja con protocolos que se basan en los que se establecieron hace medio siglo. Se ha parado a pensar la DGT qué debe revolucionar este sistema, qué debe enseñar a los noveles como se frena con un sistema ABS o qué hay que hacer con el control de estabilidad ESP cuando la carretera está helada o nevada. No, para eso no han tenido tiempo, como tampoco para exigir al Ministerio de Fomento que arregle y acondicione las carreteras de un país que parecen más propias de una república bananera que las de un estado tan prospero como el nuestro.

A los responsables políticos de estas áreas se les ha ocurrido, por ejemplo, hacer la Ruta de la Plata. A recorrer la distancia entre Mérida y Sevilla y encontrarse con unos treinta últimos kilómetros que son más propios de un etapa del Dakar que de una carretera nacional. Eso sí, llevan cinco años anunciado con señales disuasorias que circulamos por un tramo peligroso.

Se han parado a diseñar un achatarramiento serio para rejuvenecer un parque de vehículos que está hecho unos zorros o, lo que es lo mismo, a incentivar con ayudas la compra de automóviles nuevos. A aumentar la plantilla de los agentes de Tráfico que ahora mismo es incapaz de vigilar algo más de un tercio de nuestra red vial. Para nada. La culpa es de la velocidad. Y, para combatirla, nuevos radares y nuevas amenazas para los sufridos conductores que al fin y al cabo somos los que pagamos el pato cuando nos “pillan” a 127 kilómetros por hora. De ahí para arriba son cuatro a los que cazan. Pero bueno, se va haciendo caja que es lo que verdaderamente importa.