Un tropiezo previsible en Europa

El Barça, lanzado hacia la Liga

El Barça, lanzado hacia la Liga / EFE

Jordi Cruyff

Jordi Cruyff

Mucho se ha hablado estos días de las dificultades de los equipos españoles a la hora de estar a la altura de la exigencia física de otros rivales europeos. Pero no olvidaría que, en el fútbol de ayer y de hoy, esa falta de físico se puede suplir con talento. Un jugador rápido no necesita evolucionar para ganar duelos. Y un futbolista sin poderío físico, necesita ser listo para anticiparse y no tener que disputar esos duelos. Y esto último requiere un esfuerzo añadido a la hora de fomentar la calidad individual. Lo ideal es dar con la tecla de un equilibrio entre lo físico y la calidad. Hoy en día, incluso un entrenador que tenga predilección por ‘jugones’ también se nutre de futbolistas dinámicos en sus equipos. Aún así, el talento sigue marcando las diferencias.

Pero este tropiezo era previsible. Hace tiempo que el talento que brilla en Europa se está marchando de España y ahora resulta difícil atraerlo porque La Liga no puede competir fiscalmente con otros campeonatos. Hoy en día, antes de venir a la liga española, los jugadores preguntan por otras opciones en Inglaterra, Italia o Francia. España ha perdido su capacidad de seducción especial, Inglaterra ha tomado la delantera. Y es un problema que ya planteé anteriormente en este espacio. La Ley Beckham atrajo y mantuvo en su día a los mejores talentos en el fútbol español. Cuesta entender el motivo por el que este régimen especial del impuesto sobre la renta dejó de tener validez en el fútbol mientras se mantiene en otro tipo de trabajadores altamente cualificados que puedan ‘enriquecer’ el tejido empresarial, cuando el fútbol hace cada año una aportación considerable al PIB.

La consecuencia está a la vista de todos si observamos a los equipos clasificados en cuartos de Champions, con apenas un representante español, el Real Madrid, que tuvo de cara un partido de ida contra el Atalanta en Italia en el que jugó contra diez desde el minuto 17. En la Europa League, han salvado la honra el Villarreal y un Granada que me recuerda al Alavés con el que logramos alcanzar una final de UEFA, un equipo difícil de batir y cómodo en su condición de ‘underdog’ que está sabiendo adaptarse a lo que toca en cada eliminatoria, bien sea sufriendo contra el Nápoles o asumiendo el cartel de favorito contra el Molde.

Lo cierto es que la pérdida de fuelle competitivo del fútbol español en Europa tiene difícil solución, pero no tiene sentido recrearse en la queja, más bien ser realistas con lo que hay. Puede que haya una solución en el horizonte de unos años o que aparezca una de esas generaciones brillantes en las canteras que ayuden a sembrar de talento los equipos.

Y en el caso del Barça, al menos ya se cuenta con la garantía de que ahora se pueden tomar decisiones para solucionar problemas, una vez resuelto el atasco institucional con la toma de posesión de Joan Laporta como presidente. Después de un impase contraproducente de cuatro o cinco meses, ahora se ha abierto paso una sensación de buena energía que suele caracterizar los nuevos comienzos. Es el momento de estudiar qué se puede y no se puede hacer, elegir el camino a seguir y ver hasta dónde se puede llegar. Con realismo, pero sin la sensación de parálisis de los últimos meses.