El tridente y los niños

Carles Pérez, jugador del Barça

Carles Pérez, jugador del Barça / sport

Xavi Torres

Xavi Torres

Carles Pérez tiene 21 años y juega de delantero. Jugó un cuarto de hora en San Mamés, en la primera jornada, y fue titular ante Betis y Osasuna, en las dos siguientes. Incluso contra los sevillanos marcó un gol, su primero en Primera División. Ansu Fati tiene 16. Una locura. También es delantero. Doce minutos ante el Betis y media parte en Pamplona, con gol incluido, han sido suficientes para mostrar su talento. 

La aparición de ambos futbolistas en el vestuario del primer equipo ha supuesto una inyección de aire fresco para la moral de la maltratada Masía y, además, ha recuperado el orgullo de la afición del Barça. Desde que Sergi Roberto subió al primer equipo para quedarse, hace ya siete temporadas, ningún otro futbolista ha llegado a consolidarse. La aparición de Carles Aleñá animó el patio; la de Carles Pérez ha alegrado al personal, y la de Ansu Fati ha traído la euforia. 

Sin embargo, la realidad nos enseña que el papel de Aleñá es, de momento, anecdótico, y que tras esta pausa de selecciones los delanteros del primer equipo van a ir incorporándose tras sus lesiones. Messi ya está casi a punto y Luis Suárez Dembélé, lo estarán pronto. Y, por tanto, volverán al once. Ellos tres, más Griezmann, son los elegidos. Y como son tan buenos, se disputarán las tres plazas de la delantera de Valverde. ¿Y qué va a pasar con Carles Pérez? ¿Y con Fati?

De entrada, hay que observar que son casos diferentes. El primero, jugador con dorsal del Barça B, debe considerarse ahora mismo el quinto delantero del primer equipo. Que la plantilla tenga 21 efectivos no es casualidad. El planteamiento del entrenador, desde el primer día, ha sido contar con espacio para los jóvenes. Ahora lo tiene. Pérez lo ocupará cuando convenga y, si lo aprovecha, hará carrera en el club. Si no, se irá a otra entidad y será futbolista de Primera División. Para entendernos, está en edad de espabilarse.

El caso de Fati es diferente. Más allá de su madurez física solo tiene 16 años y, por tanto, necesita la protección del club. Su explosiva aparición, su descarada puesta en escena, su gol, su foto con Messi, no son más que la constatación de que el Barça tiene una perla por pulir y que, si acierta, quizás cante bingo. En este proceso, sin embargo, hay un factor primordial: el futbolista se hace futbolista… jugando. Fati, que está en dinámica del primer equipo, va a entrenar cada día con los cracks, hecho fundamental para su progresión, pero no suficiente. El joven jugador debe ganar experiencia en el terreno de juego así que, con el tridente recuperado, debe volver al Barcelona B -recordemos que todavía está en edad juvenil- y desarrollar sus capacidades en el filial. Y si Valverde lo necesita, adelante. Pero para jugar. No para mirar. 

LAS COSAS DE PIQUÉ

En esta tribuna se le da valor y gran importancia a la formación intelectual y atlética del individuo, también para los deportistas porque, aunque algunos no lo crean, ellos también son personas. Físicamente privilegiados, cuanto más formados intelectualmente, mejor. Son referentes sociales y, por tanto, sus actuaciones y discursos son muy seguidos. Y, también, criticados. Por ejemplo cuando hablan de política...

Gerard Piqué, como todos ustedes saben, trabaja de futbolista. Y por su talento y su rendimiento es conocido. Lo que sucede es que también tiene inquietudes más allá del balón y que, como no le debe nada a nadie, no tiene ninguna necesidad de vivir de rodillas ante los intereses creados. El día, a usted lector, le da para lo que le da, quien sabe, trabajo, familia, quizás hasta un ratito para el deporte o los amigos; a Gerard, afortunado él, la jornada -sin viaje o partido- le ofrece más opciones porque su profesión le concede más tiempo. Y en eso está. Con el fútbol y con sus negocios variados. Y, ahora, incluso, con la polémica provocada por él mismo sobre un viaje a EEUU con o sin el permiso de su entrenador.

Piqué es desacomplejadamente excesivo y vive tranquilo aunque, a su alrededor, digan o hagan. Por nuestra parte, si acierta, halagos; si se equivoca, crítica. Por la suya, ante el rigor informativo, respeto; ante la fiesta de noticias, réplica. No parece un mal acuerdo...