¡Trata de no pararlo, por Dios!

Sainz, en Australia el pasado fin de semana

Sainz, en Australia el pasado fin de semana / Scuderia Ferrari

Josep Lluís Merlos

Josep Lluís Merlos

Ha empezado magníficamente la carrera de este fin de semana de F1, el GP con el nombre más largo de la historia de este deporte.

¿Qué mejor escenario que Imola, en casa de los tifosi, para anunciar la renovación de Carlos Sainz con Ferrari?

Y, sin embargo, no ha faltado quien ha intentado echarle agua al vino porque los aguafiestas parecen estar de guardia permanente, que para eso tienen la tontuna de las redes sociales para difundir su memez, aspersor de racimo mediante.

Dicen en la Scuderia que la extensión del acuerdo les vincula con el piloto español hasta el final del 2024; dos años más, como parece que quería Sainz.

Sin embargo, se ha especulado con que la causa del retardo en el anuncio de la renovación se debe a una supuesta diferencia entre lo que finalmente se ha confirmado y la voluntad del equipo, que le ofrecía un año más uno.

Los avaladores de esta tesis llegaron a apuntar que el planteamiento amarrategui de los italianos respondía a un supuesto pre-acuerdo para que Hamilton vistiera de rojo cuando concluya su contrato con Mercedes.

Me cuesta imaginarme a Lewis en Maranello. Y no porque desde el punto de vista del marketing no me parezca una jugada maestra, sino porque su incorporación a la disciplina de Ferrari me parece una incongruencia con la filosofía de una marca que siempre ha priorizado la leyenda de su conjunto a los nombres de sus pilotos. Y la historia nos recuerda que a la casa italiana jamás le ha temblado el pulso para dar portazo a algunos nombres ilustres por los que cualquier equipo hubiera dado lo que fuera por tenerles en sus filas.

“¿Quién puede decirle no a Ferrari?”, se preguntaba Carlos Sainz cuando anunció su fichaje por el equipo “rosso”. Y la verdad es que es así. Incluso los más grandes han bebido los vientos por vestir sus colores en algún momento de su carrera. Y es precisamente esa idea de que el equipo está por encima de sus figuras lo que algunas veces ha impedido a grandes campeones, a pilotos de un prestigio inmenso, hacer realidad el objetivo de “campeonar” con los coches ideados por el Commendatore.

Cosas más increíbles hemos visto en la F1, por supuesto, pero hoy por hoy me cuesta imaginarme a Hamilton con ellos, por potente que sería el bombazo mediático de su incorporación.

MattiaBinotto está convencido de tener la mejor dupla de pilotos de la parrilla, con Sainz y Leclerc. Yo no se si esto es así, por muy buenos que sean ambos, que lo son. De lo que si estoy convencido es que -por su calidad, juventud y experiencia- forman la pareja más equilibrada del pitlane, y que difícilmente vamos a encontrar a dos talentos que tengan tanto compromiso como el suyo para priorizar los objetivos del equipo por delante de sus voluntades individuales.

El año pasado Sainz acabó ligeramente por delante de Leclerc. Este año la máquina de comparar echa humo de nuevo, y las cifras nos dicen que el monegasco está ahora por delante del español.

Pero, tiempo al tiempo. A Sainz le está costando algo más entender el coche nuevo. Nunca fue de chispazos fulgurantes, pero si de progresos constantes. Nadie se mete más presión que él mismo. Dejémosle avanzar a su ritmo (¡por Dios¡), sin expectativas insustanciales y los resultados acabarán llegando más pronto que tarde.