El Toulouse paga la fiesta del PSG

Los excesos del PSG obligan a sus competidores a buscar fórmulas para competir de igual a igual

Los excesos del PSG obligan a sus competidores a buscar fórmulas para competir de igual a igual / EFE

Ivan San Antonio

Ivan San Antonio

Pasa siempre. Los de abajo pagan la fiesta de quienes tienen el dinero por castigo. El dinero de los demás, se entiende. Todos los españoles, voten a quien voten, acabaron pagando con sus impuestos las comilonas, los prostíbulos y los excesos de quienes tenían en su poder una tarjeta ‘black’ de Bankia. El capitalismo, finalmente, es eso: que el pueblo asuma el gasto, convertido vía ley en beneficio, de quienes controlan el sistema para nutrirse de él.

Pasa siempre. También en el mundo del fútbol, con el Toulouse como ejemplo. El club francés, si el Barça no sufre un ataque de dignidad, no ingresará ni un duro por Todibo, futbolista cuya única posibilidad de llegar al Camp Nou era con la carta de libertad. El Barça, por su naturaleza, no puede financiarse con dinero procedente del petróleo, el gas o el carbón de las minas y, para competir con quienes han inflado el mercado hasta niveles obscenos, debe echar mano de la imaginación (y la picardía) para competir de igual a igual. Es lícito. Siempre que no se pierdan las formas. Siempre que no se atente contra lo que aún diferencia, a ojos de muchísimos aficionados del mundo, a los blaugrana de la mayoría de sus competidores: los valores (positivos, se entiende).

Que el fútbol, la humanidad en general, se haya convertido en una pocilga en la que manda quien menos escrúpulos tiene no da vía libre para tirarse en plancha en el barro. Maltratar al Toulouse para poder competir con PSG o Manchester City es tener muy poca delicadeza, es aprovecharse de una posición de fuerza. Ser un abusón. Castigar a un canterano por hacer lo mismo que le pides a Todibo que haga con su club es atravesar una línea que te aleja definitivamente de la ética.