¡Toma! ¡Toma! ¡Y toma!

El Barça cerró el año celebrando una gran victoria en el Bernabéu

El Barça cerró el año celebrando una gran victoria en el Bernabéu / Valentí Enrich

Carles Sans

Carles Sans

Llevo actuando en Madrid más de dos meses, lo que me ha llevado a conversar de fútbol con algunos madridistas recalcitrantes. Hace un tiempo, antes de que ganasen el Mundial de Clubes, le pregunté a uno si estaba nervioso por estar a tanta distancia del Barça, a lo que me respondió que no, porque estaba convencido de que ganarían la Liga.

Me sorprendió una moral tan alta con tantos puntos de por medio, y pensé que si eso nos ocurriera en can Barça, Valverde ya tendría las maletas medio hechas. Me confesó que Florentino confiaba en que la remontada de puntos se iniciaría en el Bernabéu. Por lo visto los cálculos del presidente blanco no fueron exactos, y ahora, tras el clásico, ansío encontrarme con mi amigo optimista para saber si todavía espera alcanzar el título a final de temporada.

Eso sí: he hablado con otros que han tenido la honestidad de reconocer que el Barça fue superior y punto. Dos días antes del partido, una persona muy vinculada a la directiva madridista me ofreció la posibilidad de asistir al palco el día del partido. Rechacé la amable invitación porque no me imaginaba verme, en caso de derrota, rodeado de merengues entusiasmados al grito de “¡toma!”, que casi siempre suele ir acompañado de un cruzamiento brusco de los brazos que nosotros llamamos “butifarra.”

No digo que eso fuera a suceder en el palco, donde es sabido que allí todo el mundo guarda las formas, pero sí en el antepalco, donde los madridistas se encuentran y se sienten más libres de expresar sus alegrías. Alegrías lógicas de habernos ganado, como lógico hubiera sido que expresara las mías a cada gol del Barça. Pero, ¿quién tendría el valor de chillar estentóreamente los goles que se fueron sucediendo cuando se encontraba invitado en casa ajena? Nadie. Y la verdad, no hay nada peor para un culé que tener que gritar gol hacia dentro, con la boca cerrada y apretando los dientes, con lo reparador que resulta brincar mientras se vocifera un gol.

La verdad. Hice bien en quedarme en casa y saltar sobre un sofá a prueba de tres goles mientras daba los tres “¡toma!” de rigor.