Todos, todos, a rebufo de Messi

Messi, un jugador irrepetible en la historia del Barça y del fútbol mundial

Messi, un jugador irrepetible en la historia del Barça y del fútbol mundial / Javier Ferrándiz

E. Pérez de Rozas

E. Pérez de Rozas

La Liga empezó con una, perdón, con otra, perdón, con la misma, exhibición de siempre de Leo Messi. En su estreno, aunque ya lo luciera en más de una ocasión, del brazalete de capitán, la estrella argentina del Barça volvió a resolver, casi él solito, el difícil y retorcido obstáculo que suponía el modesto Alavés del enorme ‘Pitu’ Abelardo.

Messi, que lleva menos entrenamientos que nadie, que viene de otro desastre impresionante con su selección, que se ha quedado solo en su particular y curioso duelo con Cristiano Ronaldo, que, pienso, ambos alimentaban con tacto, volvió a disfrazarse de superhéroe y de la misma manera que hizo cuando se fue el traidor de Neymar, ahora no solo ha cogido el brazalete de capitán del gran Andrés, sino que actuó con su finura sobre el césped.

El comportamiento de Messi no solo se tradujo en un Camp Nou algo más veraniego que de costumbre (y eso que, últimamente, lo está siendo ¡y mucho!), sino que volvió a sorprender a sus compañeros, buena parte de los cuales le agradecieron la gesta. Hablo de sorpresa porque, como reconoció el propio Ernesto Valverde, “cada día inventa una” y, sí, nadie pensaba que lanzaría la segunda falta a ras de suelo, mientras se levantaba la barrera. Y, dos, el agradecimiento de los colegas, pues ahí está Sergi Roberto reconociendo que “en estos partidos espesos, cerrados, siempre esperan que Leo se invente algo”.

Ese es, por desgracia, por fortuna, o por ambas cosas, la situación del Barça: en manos de Messi. Pero lo ha sido así desde que el fútbol empezó a convertirse en un ballet en el Camp Nou, desde que el estadio se transformara en el Liceo del fútbol. A Messi lo han necesitado todos los entrenadores, incluido Pep Guardiola, para, a veces, sacar los partidos como este del Alavés adelante o para redondear una exhibición coral de todos.

Por eso todos coinciden que solo hay un Messi y que, probablemente, no habrá otro como él. Porque puede haber goleadores hambrientos que sacien su sed, especialistas en faltas, en defensa, cerebros que dirijan con la maestría que lo hacía Xavi Hernández o lo hace Modric, sí, pero el 10 es el 10, es decir, tiene lo mejor de cada uno de ellos y su sello.

Solo cuando Valverde dice que a él también le ha sorprendido el gol de Messi, solo cuando Sergi Roberto suspira porque, de nuevo, la ‘Pulga’ resolvió el enredo, solo cuando oyes y ves que sus compañeros, aquellos que mejor le conocen, aquellos, cuentan, que le ven hacer cosas muuuuucho más prodigiosas que las que hace cuando el árbitro pita el inicio del partido, es cuando piensas que lo de Leo es otra cosa. Es fútbol, sí, pero su fútbol.

Lo maravilloso del Messi ya maduro, del Messi que se sabe, no ahora que luce el brazalete, sino siempre, el auténtico capitán de este Barça, que no tiene necesidad de maquinar huida ni traición alguna, que se sabe querido por el club, por la ciudad, por el país, por la afición, es que hace ya mucho tiempo que ha decidido que su lucimiento personal ha pasado a segundo plano, porque el triunfo del Barça está por encima de sus estadísticas.

Messi no pensó nunca en marcar el gol nº 5.000 del Barça en la Liga, como tampoco maquinó para conseguir el 6.000. Lo logra porque siempre está ahí y porque su misión es que gane el Barça… de Messi. Por eso Leo no luce palmito como otros, porque sabe que la recompensa, marque quien marque, llevará como primer apellido de la victoria Messi y, como nombre, Barça. 

¡Ojalá sea hasta el gol 7.000!