Todos miran a Florentino Pérez

Florentino, en una situación muy delicada

Florentino, en una situación muy delicada / EFE

E. Pérez de Rozas

E. Pérez de Rozas

Esta semana acabó de tener la misma sensación que tuve, en noviembre del 2015, cuando estuve una semana en Madrid para sondear una crisis parecida, bueno, no sé, enorme, en el Real Madrid. El 21 de noviembre de ese año, Florentino Pérez vivió uno de los peores días de su vida. El Barça, el modelo que prometió que superaría y borraría del mapa futbolístico, mediático y económico, arrolló a su Real Madrid provocando, por primera vez en mucho tiempo, que el Bernabéu, además de la dimisión del entrenador, Rafa Benítez, pidiese también la suya. Dos días después, Florentino, el caudillo para muchos, el mesías para otros, el amo del club para todos, afrontaba una conferencia de prensa para confirmar al técnico (hizo lo mismo unas semanas antes de despedir a Carlo Ancelotti) e intentar limpiar su imagen.

Un periodista quiso saber si estaba preocupado por el juicio que debía afrontar, 48 horas después, por haber cambiado los estatutos del club, lo cual obligaba (¿obliga?, sí, me temo que aún les obliga) a los aspirantes a la presidencia a avalar con su patrimonio personal el 15% del presupuesto del Madrid; es decir, unos 100 millones de euros. Solo hay 88 personas en España con esa capacidad y no está claro que las 88 sean madridistas.

Florentino Pérez se estiró la americana, dirigió uno de los dos micros hacia su boca y, mirando al informador, le dijo: “Yo soy presidente de una compañía con 1.500 empresas, 210.000 trabajadores y 30.000 millones de euros en contratos en curso. Como puede comprender, no estoy preocupado por eso que usted me pregunta, no. Eso, que lo sepa, va para largo”.

Que sepan que el abogado teniente Kafee acabó sacando de sus casillas al coronel Nathan R. Jessep, que terminó reconociendo, a voz en grito, ante las duras e impertinentes preguntas del litigador, que había ordenado, sí, el ‘código rojo’, es decir, que la propia tropa castigase al soldado inútil, díscolo, que acabó perdiendo la vida. Así que, según lo que ocurra los próximos días y partidos, tal vez el Santiago Bernabéu se convertirá en una olla a presión (mucho antes de que Florentino le ponga techo por 575 millones de euros) y pedirá la dimisión de su presidente.

Lo cierto es que en Madrid sigue habiendo mucha gente que piensa que Florentino Pérez tiene una idea mesiánica de sí mismo. Desde hace casi dos décadas se considera el salvador del Real Madrid y su misión es evangelizar al mundo con el discurso madridista. Hay quien considera que, durante muchos años, estaba de moda ser más de Florentino que del Madrid. Y es que Florentino ganó, en el 2004, con un 95% de los votos y casi lloraba porque no entendía por qué el otro 5% no le había votado!.

Recuerdo como si fuera ahora mismo, es más, la voy a copiar, una charla que mantuve con una fuente muy, muy, defensora de la manera de gestionar del presidente blanco. “Es evidente que Florentino -me dijo--no se lleva un euro pero, eso sí, hace con el dinero del Real Madrid lo que le viene en gana”. 

Y no solo en fichajes o entrenadores sino en todo lo que rodea a la entidad, cuyo centro de operaciones es su fabuloso palco en el que, como ha escrito en más de una ocasión Alfredo Relaño, director del diario As, “se celebra, cada 15 días, la boda de la hija de Aznar”.

El Real Madrid solo mira, en estos momentos, a Florentino Pérez. La verdad, no hay otro sitio donde mirar. Toda la plantilla está pendiente de él. El entrenador, desde luego, ha dejado ya de sufrir. Lo van de despedir.

Y nadie sabe si el ‘ser superior’se atreverá a repescar a José Mourinho y permitir que su dedo vuelva a señalar el camino a los blancos. Y llegado ese momento, por favor, no olviden la frase que un día pronunció el presidente del Real Madrid: “Yo no me pongo el chándal porque no me sienta bien, pero he estado tentado mil veces”.