Todo lo que Cruyff ha unido

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Toni Frieros

Toni Frieros

Han pasado veinte años y unos meses desde que en enero de 1998 el grupo opositor L’Elefant Blau formalizara  en las oficinas del Barcelona, y ante notario, la moción de censura contra la gestión del presidente del club, Josep Lluís Núñez. Presentaron más de 6.000 firmas de socios cuando los estatutos del club marcaban como necesarias 4.625 adhesiones.

Meses antes de esa acción que fracasó, un grupo de socios, entre los cuales había alguno que también merodeaba a L’Elefant Blau, fueron cocinando una denuncia para presentarla a la Fiscalía , acusando a Josep Lluis Núñez de ‘comprar’ a fiscales y jueces regalándole entradas para ver al Barça y otras prebendas. Los inductores de esa iniciativa esperaban que la denuncia la presentara... ¡Johan Cruyff! 

Creían que, incautos ellos, con la dimensión mediática de Cruyff, el escándalo sería de tal magnitud que Núñez no tendría más remedio que abandonar la presidencia del FC Barcelona. Cruyff, sin embargo, no se avino a esa martingala, a pesar de que estaba a favor de sacar a Núñez de la presidencia, pero pidió que se hiciera por otros medios.

Era la época negra de la familia barcelonista, dividida como nunca antes lo había estado entre ‘cruyffistas’ y ‘nuñistas’. La guerra de los ‘ismos’ estuvo viva y a flor de fiel durante décadas, incluso después de la salida de Núñez del Barça. 

Se calmaron esas placas tectónicas con la llegada de Joan Laporta a la presidencia, pero duró el tiempo que tardó en nombrar a Cruyff presidente de honor tres meses antes (marzo de 2010) de abandonar el cargo.

El mandato de Sandro Rosell empezó con el malentendido sobre su cargo honorífico y la devolución de la medalla de presidente de honor por parte de Cruyff, cuya indignación creció después de hacerse realidad la Acción de Responsabilidad contra Laporta y su junta.

La verdad, histórica si quieren, es que después de la dimisión de Sandro Rosell (23 de enero de 2014) su sucesor en el cargo, Josep María Bartomeu, se preocupó y ocupó personalmente, desde el primer momento, de provocar un sincero acercamiento a Johan Cruyff. Y hago hincapié en ‘sincero acercamiento’ en estos casi cinco años transcurridos, porque  los acontecimientos han hablado por sí mismos. Nunca ha habido impostura o hipocresía.

El último lo vivimos este martes, cuando el mundo del fútbol se reunió alrededor de un balón para hablar con toda normalidad de lo que era y significaba Cruyff. Ahí  estaba la familia de Johan y el FC Barcelona, con su presidente al frente y con su entrenador, Ernesto Valverde, participando en el coloquio.

El Barça y  Cruyff empezaron a acercarse a través de sus respectivas fundaciones y ,  como el roce hace el cariño, las dos partes llegaron a la conclusión de que había muchas más cosas que les unían de las que les separaban. Todos hicieron un esfuerzo por enterrar viejas rencillas y la primera foto de Josep María Bartomeu y Johan inaugurando una ‘Cruyff Court’ fue el preludio de todo lo bueno que ha venido después.

Desgraciadamente Johan se nos fue, pero antes de hacerlo, vio con sus ojos cómo el barcelonismo había enterrado para siempre ese ‘ismo’que les separaba como una barrera invisible, pero dolorosa. 

Ausente Cruyff, en vez de ir perdiendo fuerza su luz, se ha ido haciendo más consistente ese nexo de unión, ese cordón umbilical, entre el FC Barcelona y su legado, que vivirá su momento álgido cuando se inaugure oficialmente el Estadio Johan Cruyff en la Ciutat Esportiva. Habrá más, porque el club se ha comprometido a erigir una estatua suya dentro del nuevo Espai Barça y trabaja junto al Ayuntamiento de Barcelona para que una calle de la Ciudad Condal lleve su nombre.

Hoy, veinte años después del nacimiento del ‘cruyffismo’ y ‘nuñismo’, es un gran triunfo como club, como familia culé, que solo exista el ‘barcelonsimo’. Y Cruyff, que está en los cielos, seguro que estará diciendo: “Este es uno...”.