Todas las barbas a remojar

Bartomeu, junto a Valverde

Bartomeu, junto a Valverde / EFE

Jordi Costa

Jordi Costa

Que Valverde no sea el único problema del Barça, que no lo es, no quiere decir que no sea uno de ellos. No tanto por su labor, pues ha logrado un botín de títulos más que aceptable teniendo en cuenta que dirige a un grupo en declive, sino porque ahora mismo no parece sana su continuidad en tanto que pocos confían que sea capaz de lograr lo que no ha logrado hasta ahora: ni un fútbol atractivo, ni la ansiada Champions.

A pesar de que el verano futbolístico ha empezado ya, es bueno no tomar decisiones a la ligera, y parece que en eso está el presidente, nada convencido de que echar a Valverde resuelva todos los problemas, aunque a su alrededor se haya abierto la veda para que la cabeza en bandeja del entrenador sea el escudo para todos.

Lo digo porque ya circulan nombres de posibles sustitutos de Valverde sin que el interesado esté descartado para seguir. Se me ocurre que quizás la dirección deportiva y la secretaría técnica, que también están a examen por la gestión de altas y bajas que nos han llevado a disputar una final de Copa sin sustituto para Suárez, vean peligrar sus cargos. Y también llama la atención que, desde el vestuario que tanto ha defendido públicamente a su técnico, empiecen a surgir voces -en off, por supuesto- disconformes con los métodos y las tácticas del Txingurri. Intuyo que, si hablamos de resultados, todos ellos se saben tan responsables como el hombre que se sienta en el banquillo. 

Con todos los estamentos del club poniendo sus barbas en remojo, parece que a nadie se la ha ocurrido que lo prioritario, antes de discutir los nombres, es trazar un rumbo y, en función de él, tomar decisiones. 

No me parece mal que el presidente escuche la opinión de los futbolistas con más peso pero ha llegado el momento de que dejen de imponer su criterio, como ha sucedido en demasiadas ocasiones en el pasado reciente. Dentro del triste final de curso, se abre una oportunidad para que el club intervenga y recupere las riendas que fue cediendo al vestuario a base de títulos y años de gloria, y para ello hará falta valentía y criterio.

Me parece sensato que el examen se haya iniciado a todos los niveles. Aunque un poco tarde, es momento para detectar qué ha fallado más allá de las derrotas y qué planes tiene hay para el futuro más allá de nombres ilusionantes que poner en el escaparate. Y lo que, por supuesto, no se pueden aceptar de nadie, sea directivo, técnico o futbolista, son las maniobras para salvar el propio culo.

LA HIPÓTESIS DE PIQUÉ

Dijo Gerard Piqué, poco después de perder la Copa, que si el Barça hubiera sobrevivido al partido de Anfield, habría cerrado la temporada con otro triplete en su haber. No puedo estar más de acuerdo con el central, puesto que el equipo blaugrana demostró ser superior al Tottenham en la fase de grupos -clara victoria en Londres y empate en el Camp Nou con una alineación plagada de suplentes el día que los de Pochettino se jugaban la clasificación para octavos- y porque tampoco tengo duda de que un Barça con la moral intacta no hubiese caído frente a un Valencia que planteó la final como un equipo inferior. Lo preocupante de la hipótesis de Piqué es que, aunque los problemas del equipo y de la estructura del club serían hoy exactamente los mismos, ni siquiera nos los plantearíamos porque el éxito impide cualquier reflexión crítica.

Lo sabe bien una Directiva que ganó las últimas elecciones a lomos del eslogan “triplete y tridente”, del cual hoy no queda ni lo uno, ni lo otro. Por el camino, se perdió el auténtico rasgo distintivo del Barça, su sello futbolístico, y nos encaramamos a un resultadismo que ahora se vuelve contra gestores y vestuario como un boomerang. Lo que queda claro con tanta obsesión exitista es que nadie está dispuesto ya a sacrificar una temporada sin títulos por sembrar de cara al futuro y recuperar el rumbo.