This is Jerez (mejor que Anfield)

This is Jerez

This is Jerez / AFP

Josep Lluís Merlos

Josep Lluís Merlos

Hace años, cuando los accesos al circuito de Jerez eran francamente horribles, no había otra que meterse un buen madrugón para no quedar atrapado en la ratonera que era aquella carretera de un solo carril.

La “madrugá” del domingo quedaba compensada con la imagen de la salida del sol por detrás de la pelousse de Peluqui, con los acordes de Tangerine Dream despertando al paddock a través de la megafonía antes de que empezara a escucharse la cazallosa voz -unos días más que otros- del bueno de Baldomero Torres, el speaker original del trazado andaluz.

Esa vivencia se convirtió para mi en un ritual impagable, en una de esas experiencias que, cuando vives el Gran Premio en Jerez, sabes que aquel es un momento especial, y que ese lugar destila una energía y una magia muy potente.

El martes se equivocó Jürgen Klopp al decir que el Camp Nou no es un “templo del fútbol”, porque con sus palabras despertó a la bestia.  Ver a Leo Messi arengar a la tribuna, repartir besos a la grada, provocar una hemorragia de dopamina entre la culerada fue lo único que consiguió con sus innecesarias declaraciones, unas palabras que luego tuvieron continuidad en su actitud constantemente provocativa en el área técnica.

En Jerez no hay unas escaleras que te conduzcan al infierno, o al paraíso, como sucede en Anfield. No son necesarias porque, independientemente que nadie pueda discutir que la pista gaditana es, indudablemente, un “templo de la moto” (el Vaticano de la gasolina o la Meca del octanaje, yo diría), bañarse en su asfalto resulta tan purificador como unas abluciones matinales en el Ganges.

A Messi no se le puede encabronar como lo hicieron unos marcajes hiperventilados a consecuencia de la humillante presión que Klopp sometía a sus hombres desde la banda. Si lo haces, corres el riesgo que el 10 convierta su sotana de santo en la capa de Supermán y te horade la popa de tu nave.

Con Márquez y Lorenzo pasa lo mismo. Pero sobre todo con Rossi, que ha ganado nueve veces (nueve, sí) en Jerez: 6 en MotoGP, y una en 500, 250 y 125 cc. Se siente tan bien en esa pista como en su casa en Tavullia. Al italiano no hay que chincharle antes de esta carrera porque, incluso a sus 40 años, te puede hacer un roto en el alma en menos que te tomas un fino. Los finales de carrera con los que nos acaba de obsequiar en las dos últimas carreras disputadas, Argentina y Austin, han sido maravillosos; y el anuncio de que en cualquier momento puede volver a ganar, sobre todo en un lugar donde las victorias le dan un gustirrinín muy especial. Hacerlo en Jerez le pone tanto como a Piqué marcar en el Bernabéu.

No lo va a tener fácil, porque ni Márquez ni nadie va a doblegarse ante el peso de su leyenda, a sabiendas que los goles en campo contrario puntúan doble. Aquí, aunque no haya empate.