Tener razón después de morir

Arthur, por primera vez como azulgrana, empezó y terminó un partido

Arthur, por primera vez como azulgrana, empezó y terminó un partido / AFP

Albert Masnou

Albert Masnou

El trabajo de secretario técnico  tiene tanto peligro como el de director de comunicación. Es una silla eléctrica en la que hay muertos si no hay un único responsable, tal y como ocurre en el segundo departamento. Ser secretario técnico del Barça tiene fecha de caducidad. Y el reconocimiento demasiadas veces llega fuera de tiempo. A Zubizarreta le pasó con varios jugadores porque acertó, y mucho, en sus contrataciones como es el caso de Alexis, Cesc, Alba, Ter Stegen, Bravo, Rakitic o Neymar pero injustamente se le recuerda por Song, Afellay o Mathieu. A Txiki le pasó tres cuartos de lo mismo porque bajo su mandato se contrataron a un sinfín de buenos jugadores como Touré, Deco, Eto’o, Ronaldinho, Belletti, Piqué, Alves... pero se le recuerda que fue él quien ató a Chygrinski, Hleb, Henrique o Keirrison.

El caso de Robert Fernández va en la misma línea. Fue él quien, apurados por la falta de centrales, acertó con el fichaje de Umtiti o en la contratación de Cillessen. O en el estado de nerviosismo en el que se encontraba el club con la marcha de Neymar, cogió un avión desde Boston a Londres para pactar el fichaje de Coutinho o aconsejar  el de Dembélé. O atar a Arthur. Hubo fichajes no acertados como André Gomes o Digne pero su balance es positivo. 

Hoy podemos decir que Txiki fue un genio y que los dos siguientes que le precedieron estuvieron a un gran nivel. Aunque la directiva no supiera aguantar la presión cuando vienen mal dadas. Y se los cargó para quitarse de encima la presión y librarse ellos mismos.