Al talento no se le mira el DNI

Gavi dio un recital y abanderó a un equipo plagado de canteranos

Gavi dio un recital y abanderó a un equipo plagado de canteranos / AFP

Rubén Uría

Rubén Uría

El fútbol es el mejor relato de la vida. Y si es un estado de ánimo, en un Barcelona deprimido, golpeado por las turbulencias y casi arruinado, el socio necesita ilusión. Alguien a quien poder aplaudir. Alguien al que poder disfrutar. Alguien en quien reconocer lo que el socio cree innegociable: el estilo, el juego de posición, el concepto del tercer hombre y el buen gusto con la pelota. Todo eso es Pablo Martín Paéz Gavira, Gavi, que debutó en el Barça con 17 años y 49 días. Fue el mejor contra el Cádiz y brilló de nuevo ante el Levante. Su irrupción es una inyección de vitamina B12 para un aficionado con la ilusión por el suelo. Al talento no se le puede mirar el DNI. Y Gavi es un niño con aires de veterano. Un chico que merece los aplausos porque los arranca con todo aquello que necesita este equipo. Gavi aporta tangibles: criterio, regate, pase y también recuperación. Y aporta intangibles que son oro molido: personalidad, frescura, ritmo y fluidez. Alegría. No es el nuevo Iniesta, no es el nuevo Xavi, ni tampoco es el nuevo Pedri. Que nadie sucumba a la tentación de las odiosas comparaciones. Gavi es Gavi.

Necesitará tiempo, paciencia y recorrido para crecer, porque el futbolista no es una sopa instantánea, pero nadie puede negarle a este chico que, en mitad de un contexto realmente negativo, sabe, quiere y puede. La pide al espacio - noticia, no la pide siempre al pie-, tira desmarques de ruptura, presiona con energía - segunda noticia, se puede encimar sin ser N’Golo Kanté-, tiene descaro, buen tren inferior, interpreta bien el juego, se ofrece siempre y no se esconde nunca. Personalidad. Gavi es el enésimo ejemplo de que al Barcelona le sienta mucho mejor fabricar Balones de Oro que comprarlos. En su día, Marcelo Bielsa, un loco demasiado cuerdo, dijo: “Es muy fácil poner jugadores jóvenes y acrecentar la lista de debutantes. Lo que hay que hacer es poner jugadores jóvenes y que no fracasen porque poner jugadores jóvenes para demostrar que no sirven no es la función. La función es poner a chavales jóvenes para demostrar que sí sirven”. Gavi sirve. Y si al talento no se le mira el DNI, no hay que ponerle puertas al campo. Al contrario, hay que darle licencia para comerse el mundo. Si el fútbol es el mejor relato de la vida y es un estado de ánimo, Gavi es un chute de alegría en vena para el socio. Un brote verde casero, un producto horneado en casa. Alguien al que se puede aplaudir porque se lo gana. Y alguien que contagia alegría. Para algunos eso no es nada. Y para otros, la ilusión es todo. A un lado, el “esto es lo que hay”. Al otro lado, Gavi. Ilusión, cantera y energía. En época de crisis, una pepita de oro. Factoría La Masia.