Del poder de los sueños al de los hechos

Max Verstappen se convirtió en campeón de la F1 por primera vez

Max Verstappen se convirtió en campeón de la F1 por primera vez / SPORT / Agencias

Josep Lluís Merlos

Josep Lluís Merlos

No era fácil, pero no imposible. Verstappen no consiguió coronarse en Singapur, donde demostró que errar es humano. En cambio, ahora, Max tiene muy al alcance de su mano proclamarse campeón del mundo por segundo año consecutivo, esta vez en Japón. En Suzuka, uno de los grandes “santuarios” del motor. En casa de Honda, ¡mira tú por donde!

En Red Bull nunca dan puntada sin hilo. En ese mismo escenario, en 2011, Vettel se proclamó como el bicampeón mundial más joven de la historia… aunque entonces “Kinky Kylie” -como el alemán denominó al RB7 que pilotaba- no llevaba un propulsor asiático… por mucho que le hubieran bautizado como “Infiniti” (una marca teóricamente prémium de Nissan… que desde hace ya más de dos años no opera en Europa).

Pero si ganar entonces en casa de la competencia tenía su efecto perverso (por lo de chinchar un poco), hacerlo ahora en el salón de tu partenaire más importante supone una acción aún mucho más rimbombante. Y si encima consigues triturar aquella marca de precocidad de Seb, miel sobre hojuelas

El anuncio esta semana desde ya mismo del incremento de la relevancia de Honda en la librea de los Red Bull y los Alpha Tauri no es casualidad. Y la renovación del japonés Tsunoda con los de Faenza, tampoco; aunque en este caso hay, además, otras connotaciones: la marcha de Gasly a Alpine sin Tsunoda en la escudería, hubiera dejado la misión imprescindible de sumar puntos para el equipo (money, money) en manos de dos debutantes. Demasiado arriesgado.

Todo cuadra. Ganan el título en casa del fabricante de sus motores, en uno de los templos más venerados y mediáticos del motorsport donde cualquier celebración se eleva al rango de rito religioso, y en una carrera que, por añadidura, ha sido bautizada como GP Honda de Japón. ¿Blanco y en botella? ¡Sake!

Como en 2011, el título de pilotos podría quedar sentenciado a cuatro carreras de la caída del telón de la temporada. Ello les permitiría llegar a Estados Unidos -un mercado importantísimo para los automóviles Honda- con la mejor artillería para presumir de flamantes campeones en un lugar tan mediático. Y con las mejores condiciones para que, en la siguiente cita, Checo Pérez pueda recibir el visto bueno en forma de alfombra roja para subir a lo más alto de “su” podio, como agradecimiento a los servicios prestados esta temporada (y, tal vez, amarrar también el subcampeonato de pilotos).

Cuando uno reflexiona sobre una estrategia tan bien diseñada no puede dejar de pensar en aquellos que cuestionaron la solvencia de Honda en el regreso de la marca nipona a la F1. Los que tan poco respeto mostraron por el peso de la historia protagonizada antaño por el fabricante japonés en los GP, aquellos impacientes que eximían a McLaren (y sus pilotos, por qué no decirlo) de la responsabilidad en la falta de resultados y cargaban toda la culpa sobre los motores Honda, ¿dónde están ahora?

Tras unos meses de dudas y timideces, el anuncio de este “regreso” de Honda no sólo no es casual, sino que ahora explica porqué Alpha Tauri (Red Bull, en realidad) se ha permitido el lujo de darle con la puerta en las narices a toda una marca como Porsche. El poder de Honda no es sólo el de los sueños, como versa su eslogan. También es el poder de los hechos.

Y del tema presupuestos máximos, eso sí, si acaso ya hablaremos otro día. Cuando a la FIA le vaya bien.