Luis Suárez señala el camino hacia Lisboa

La Champions se disputa en Lisboa

La Champions se disputa en Lisboa / sport

Bojan Krkic

Bojan Krkic

El Barça genera ruido de forma constante a su alrededor. Es normal. Es una organización enorme, de las más grandes del mundo, una institución imposible de leer de forma monolítica o unidireccional. Hay que interpretarla y, sobre todo, saber escoger exactamente qué suma y qué resta de todo lo que se dice o se propone. Para quienes hemos crecido y vivido en este club, el ejercicio de separar lo constructivo de lo destructivo es esencial. Y, en mi caso, no puedo más que aplaudir el mensaje que Luis Suárez ha repetido en todas las entrevistas concedidas los últimos días.

Que todo un referente como él, un delantero que acaba de superar a Kubala en número de goles, evite buscar excusas y, sobre todo, señale al propio vestuario como el máximo responsable de lo que ocurra esta temporada me parece no solo admirable, sino también un ejercicio de humildad. Ni árbitros, ni VAR, ni nada que se le parezca. Suárez ha llegado a la cima del fútbol mundial porque solo se ha preocupado de lo que él podía controlar. Del resto ya serán  otros quienes hablen si lo consideran necesario. Su autocrítica me parece muy honesta porque viene de alguien que, durante los partidos, ejerce su trabajo con tal intensidad que, en ocasiones, acaba chocando con los árbitros, esos mismos a los que ahora  exculpa de los males del Barça.

Sinceramente, me reconforta escuchar sus palabras porque solo desde el análisis de lo que uno mismo ha hecho mal se puede cambiar y mejorar. Y no solo eso, también demuestran que el vestuario sufre, que padece con cada derrota, con cada título que se evapora. Además, Suárez, de forma evidente, está sentando las bases para que el equipo reaccione, dé un paso al frente, evite sentirse libre de toda culpa y acabe la temporada alzando la ‘Orejona’.

Luis, de hecho, no hace otra cosa que animar a los suyos a creer. Está señalando hacia Lisboa, donde se disputa la Champions en el mes de agosto. Será más tarde (y será imprescindible) que, desde arriba del todo, se construya un proyecto competitivo, en el que cada uno sepa dónde empieza y acaba su responsabilidad. Ahora toca, como ha hecho él, reconocer que no todo se ha hecho bien, que la plantilla tiene potencial para ofrecer mucho más de lo que ha ofrecido. Y, sobre todo, que aún están a tiempo de hacerlo. El Nápoles será el primer rival que obligue a convertir en hechos las palabras porque el objetivo es demasiado goloso para relajarse y buscar excusas. Si alcanzan los cuartos, llegarán a Lisboa para disputar un torneo sin eliminatorias de vuelta en las que, las últimas temporadas, el Barça ha sufrido demasiado a nivel mental. Tampoco el físico debería ser un factor clave. Tres partidos a noventa minutos. Y con talento de sobras para soñar.

LA PRIORIDAD DEL BARÇA B SÍ ES ESTAR EN SEGUNDA

Escuché el otro día a Xavi Vilajoana, directivo responsable del fútbol formativo, decir en ‘Catalunya Ràdio’ que “el ascenso del Barça B, al inicio de temporada, no es una prioridad”. Matizó que, una vez alcanzado el ‘play-off’ que debería llevar al filial a la categoría de plata del fútbol español, la percepción cambia y, ahora sí, hay que centrarse en ello. Me parece un error valorar los objetivos del segundo equipo blaugrana según sea su posición en la tabla.

Es obvio que la formación de futbolistas con vistas al Camp Nou es el objetivo número uno, pero es que, precisamente, la mejor forma de lograrlo es tener al Barça B en Segunda División. No solo porque el camino entre ambos equipos es más corto y menos traumático, sino también porque, de forma directa, estás reforzando al Juvenil, cuyos jugadores tienen una motivación mucho más grande por seguir en el club y jugar en el filial. Un club como el Barça debe aspirar siempre a lo máximo y ello incluye también a su segundo equipo, que debe estar lo más cerca posible del primero.