La soberbia de Florentino y Sergio Ramos

La vida acaba poniendo a cada uno en su sitio

Sergio Ramos en un partido del Madrid

Sergio Ramos en un partido del Madrid / EFE

Joan Mª Batlle

Joan Mª Batlle

Es evidente que Florentino Pérez ha sido un buen presidente que ha sabido meter al Madrid en el tren de cabeza del fútbol del siglo XXI y que Sergio Ramos es un grandísimo defensa que ha ejercido de líder y defensor de una personalidad que, guste o no, a los madridistas les debe gustar, es la del Madrid.

Pero la vida acaba poniendo a cada uno en su sitio y por enésima vez se ha puesto de manifiesto que cuando uno se siente intocable durante muchos años, su final se precipita entre vanidades, soberbias y errores que hacen mucho más dolorosa la caída. Al presidente le llaman ser superior, con eso está todo dicho. Ha sido, y es, tan alto el nivel de adulación que le rinde el madridismo oficial, que el hombre ha perdido la perspectiva y ha arrastrado al equipo, y quien sabe si al club, a una crisis de difícil solución.

El jugador y capitán, por su parte, se ha erigido en jefe absoluto del vestuario, él puso a Lopetegui, él vetó a Conte y ya le pareció bien que al final apareciera por allí un becario como Solari que le permitiera seguir con patente de corso y en el puente de mando. Él también se ha sentido intocable de tanta protección y entreguismo gratis como le han brindado. 

Vayamos con el presidente, el gran culpable de la debacle. Florentino  Pérez se ha sentido por encima del bien y del mal. Zidane le avisó de lo que estaba pasando e iba a pasar pero henchido en su soberbia ni   le escuchó ni, por supuesto, le importó demasiado que se marchara. Al fin y al cabo, allí el único ser superior era él...

Luego fue Cristiano el que se marchó. Vía Libre, no le necesitamos, ya está acabado... Después, Lopetegui, un entrenador de perfil bajo para que no le tocara mucho los cataplines y no le insistiera en un goleador, que para eso ya estaban Bale y Benzema... precisamente Bale y Benzema.

Aquí está el quid de la cuestión, el punto máximo de soberbia que ha llevado al Madrid al pozo donde se encuentra. El ego de Florentino ya no tiene suficiente con las Champions, ya necesita de una obra faraónica que lleve su sello para los próximos cincuenta años.

Un estadio Santiago Bernabéu renovado que acaso alguien se atreva en el futuro a pedir que cambie de nombre, que para ello ya tiene altavoces mediáticos suficientes a su disposición; que cambie de nombre, Florentino, por supuesto, y de apellido, Pérez. Por esa megalomanía que todos los que se creen seres superiores tienen, el Madrid ha dejado de fichar estrellas. Cinco años sin galácticos, el que era su verdadero cordón umbilical con la afición.

Este verano solo un portero, que era totalmente innecesario y que sale en todas las fotos de la debacle final. Él sabrá porqué le tiene manía a Keylor Navas, pero traer a Courtois y no a un goleador de verdad es un error que la historia no le perdonará. Fue por dinero, porque un killer cuesta muchisímo más que un portero que estaba en oferta, como fue por dinero que repescó a Mariano para que hiciera de Cristiano. ¡Madre mía!, eso ya es un insulto a la inteligencia de los madridistas... Pero bueno, el dinero lo necesitaba Florentino para renovar el campo, sentirse el más poderoso del mundo y soñar con la inmortalidad. La soberbia en grado máximo, el pecado que le perseguirá de por vida. 

Vamos con Sergio Ramos, otro qué tal. Amsterdam 13 de febrero, minuto 89 del Ajax, 1-Madrid, 2. “¿Qué, provoco la segunda amarilla, que esta eliminatoria ya está ganada?” ¿Qué iba a decirle Solari, que al fin y al cabo está a sus órdenes? Y Sergio la provocó. Y no solo eso, minutos después se vanaglorió ante los micrófonos de todas las radios y televisiones de tan genial idea. No le importó que hace unos años ya le pillaran y le multaran por lo mismo.

Es lo que tienen los intocables... Total, dos partidos de sanción, el “fácil” contra el Ajax y el siguiente de cuartos de final; suficiente para que alguien le sancionara, pero, no, el presidente estaba soñando con el estadio Florentino Pérez, así que “no problem”. Pero todavía hay más.

Aprovechando que el martes se lo había cogido libre, Ramos decidió darse un chute de vanidad. Palco privado convertido en set de televisión para que Amazon le grabara un documental a mayor gloria suya, claro, que no del equipo. El Madrid eliminado y él en la grada repeinadito para la tele y hacer un buen negociete. Este episodio es el más lacerante que un madridista haya podido sufrir. Entre eso y las risitas de un aprendiz de entrenador que en plena crisis se atreve a ironizar con Julia Roberts, el Madrid ha tocado fondo. Los madridistas sabrán lo que tienen que hacer.