El síndrome de Scottie Pippen en el Barça

Arthur, jugador del Barcelona

Arthur, jugador del Barcelona / sport

Jordi Cruyff

Jordi Cruyff

Me declaro uno de los grandes fascinados por la serie ‘The Last Dance’ de Michael Jordan en pleno confinamiento. Uno de los momentos que más me cautivaron fue cuando Scottie Pippen se declara en rebeldía retrasando una operación de rodilla hasta el inicio de la temporada del sexto anillo al no sentirse suficientemente valorado por motivos contractuales, pero acaba pactando su continuidad en los Bulls, hasta el punto de ser decisivo en la conquista del título Fue una reacción puramente humana.

Cuanto más arriba estés en la élite, más te afecta mentalmente que tu ‘patrón’ no reconozca tus méritos deportivos. No es una cuestión de arrogancia, es algo natural. Si hay algo que valora el jugador, por encima de cualquier otro elemento, es la honestidad, aunque venga acompañada de malas noticias. En el Maccabi Tel Aviv me tocó tragar saliva en más de una ocasión para comunicar a un futbolista que no contábamos con él en la siguiente temporada, pero entendía que era mi obligación como director deportivo decírselo cara a cara en lugar de enterarse por la prensa.

Normalmente todos esos movimientos de mercado ocurren en el compás de espera que comprende el final de liga y el inicio de la siguiente campaña. Pero la crisis sanitaria ha roto el calendario convencional y estamos asistiendo a rumores de traspasos a las puertas de la recta final de temporada. Algo que me parece altamente peligroso. Especialmente en el caso del Barça, donde, día sí y día también, un buen puñado de jugadores – diría que casi todos menos cuatro o cinco- está viendo su nombre en la prensa como posible objeto de trueque. Justo cuando necesitas a esos futbolistas enchufados si te estás jugando La Liga con una diferencia mínima de puntos en el liderato.

Por ese motivo, este verano, más que nunca, debería regirse por la discreción. De lo contrario, el vaivén de noticias de posibles salidas mermará la confianza y la unión del equipo. Pero entiendo a todas las partes: la urgencia de la entidad por cuadrar cuantas antes del 30 de junio, al entrenador que seguramente necesita a sus pupilos con los cinco sentidos y a los jugadores a los que les dolerá ver su nombre como posible descarte. En algunos partidos querrán demostrar que el club se equivoca, pero, a la larga, será inevitable que se sientan tocados anímicamente.

La vida de un futbolista está marcada por su condición de nómada, pero siempre será más agradable que esos cambios tengan un sentido deportivo y no económico. Y, a ser posible, que salgan ganando todas las partes: el vendedor, el jugador y el comprador. Si observas que tu potencial sustituto en un trueque no es mejor que tú, el efecto será desmoralizador. Nadie duda de la calidad de Miralem Pjianic. Pero no le veo sentido a perder un jugador como Arthur Melo, joven, con margen de mejora y ADN Barça. Cambiar a un futbolista de 23 años por otro de 30 deja más dudas que certezas. Habrá trueques innecesarios para cuadrar cuentas y, solo a partir del 30 de junio, esos trueques o traspasos tendrán más razones futbolísticas.