Opinión

Sin liderazgo no hay camino

Los jugadores deberán hacer un trabajo muy responsable

Los jugadores deberán hacer un trabajo muy responsable / Valentí Enrich

Un parón convencional de verano en cualquier equipo de fútbol dura de cuatro a seis semanas. Lo normal es que permitas que el jugador se relaje dos o tres semanas y que dedique las dos o tres semanas restantes a actividades dirigidas en sus casas o en los hoteles, con trabajo de condicionamiento, fuerza y resistencia para reincorporarse en la pretemporada con un estado de forma aceptable.

Si lo equiparamos al actual confinamiento, seguimos dentro de los márgenes previstos en un freno, esta vez obligado, a la práctica deportiva, con la diferencia de que los clubes están imponiendo niveles más altos de trabajo que en verano desde que se impuso la cuarentena.

También hay aspectos positivos en este paréntesis. Los jugadores han podido recuperarse a nivel hormonal de la alta densidad competitiva a estas alturas de temporada. También ha servido de recuperación a futbolistas que arrastraban lesiones, como es el caso de Luis Suárez o Eden Hazard. Y también ha contribuido a trabajar la condición física a nivel preventivo, fortaleciendo partes débiles de cuerpo. Pero, lógicamente, ha privado a los futbolistas de un aspecto esencial: todo el trabajo que te permite el campo, aceleraciones o desaceleraciones, cambios de dirección y toma de decisiones que no puedes realizar en casa y tampoco en un jardín. Además de la interacción colectiva que te permite el trabajo en equipo.

Según Juan Torrijo, preparador físico de mi cuerpo técnico, “el trabajo muscular difiere mucho de lo que se puede hacer dentro o fuera del campo y, en condiciones normales, los equipos necesitarían cuatro semanas de entrenamientos convencionales” antes de volver a disputar partidos. Pero estamos hablando de una situación excepcional y los plazos serán más comprimidos.

Por eso es comprensible la premura de la Real Sociedad para que sus jugadores se enganchen cuanto antes a ese tipo de trabajo necesario sobre el césped, aunque sea a nivel individual. Posiblemente no es el único equipo que sienta la urgencia de pasar a esa fase. Aunque habrá quien considere que la Real no puede saltarse las reglas del juego y que todos los clubes deberían comenzar sus entrenamientos en igualdad de condiciones. Y que el fútbol no es más que nadie, porque hay deportistas de otras modalidades como la natación, el atletismo o el ciclismo que también están sufriendo las limitaciones físicas de esta cuarentena. Pero el fútbol también tiene más condicionantes económicos, porque están en juego presupuestos astronómicos. Incluso me atrevería a decir que una vuelta a la actividad del fútbol, en su condición de plataforma de entretenimiento, contribuiría a hacer más llevadero este encierro forzado a modo de distracción, tomando las debidas precauciones.

 Estamos ante un escenario inédito. Es legítimo que no tengamos claro cuál es la mejor opción. Pero no es de recibo que tampoco se aclaren los responsables de trazarnos el camino: liga, federación, asociación de jugadores o el Gobierno, más preocupados por el reproche que por definir criterios claros. Falta liderazgo en todos los frentes. Y ahí radica el motivo por el que la Real se haya intentado acoger a su propia interpretación de unas reglas del juego demasiado ambiguas.