Lo siento, Florentino y Laporta tienen razón

Zinedine Zidane y Florentino Pérez, en una imagen de archivo

Zinedine Zidane y Florentino Pérez, en una imagen de archivo / AFP

Albert Sáez

Albert Sáez

Esta vez la Superliga no será. Los promotores se han dejado llevar por las urgencias, la altanería y la prepotencia para comunicar una idea que cae por su propio peso: el fútbol de alta competición debe reformarse.

Esos doce clubes fundadores son tan fuertes que no pensaron que todos sus enemigos serían capaces de aliarse contra una idea que no tiene discusión. Pero la explicaron mal, fatal, y los aficionados, tras un año sin acudir a los estadios, saltaron a la yugular de un proyecto que no iba en ningún caso contra ellos. Pero lo pareció, dio la impresión de que esto se hacía contra la buena gente del fútbol. Y no era así. 

Estamos en una era en la que sobran los intermediarios que no aportan valor. La UEFA y la FIFA median entre el fútbol base y la alta competición. Desde el punto de vista de los grandes clubes, no se ganan lo que recaudan. Son ineficientes. Sobrecargan el calendario de competiciones no para sufragar a los clubes modestos, sino para ganarse sus comisiones que, como hemos visto en más de una ocasión, están cargadas de corrupción.

Los promotores de la Superliga no son hermanas de la caridad, pero simplemente se ofrecen a recaudar más dinero con menos partidos y transferirlo a los clubes modestos por la vía de los fichajes o directamente, sin pasar por la federaciones. La UEFA y la FIFA han respondido con amenazas y represalias. Señal de que no están muy seguros del valor de lo que aportan. Y los gobiernos les han apoyado en parte por proteccionismo y en parte por tapar sus vergüenzas por la falta de inversión en el deporte base.

El encargado de dar la cara ha sido Florentino Pérez, amo y señor del Real Madrid. Los que dependen de la Bolsa o del señorito saudí han quedado en segundo plano. Solo Joan Laporta ha aguantado aunque no ha puesto su genio comunicativo al servicio de la causa. Igual espera que el intento bueno sea el siguiente.