Si te tropiezas con Nadal...

Rafa Nadal, durante la final de Roland Garros 2019

Rafa Nadal, durante la final de Roland Garros 2019 / AFP

E. Pérez de Rozas

E. Pérez de Rozas

No pasa nada por perder. Es deporte. Perder forma parte del juego. Todos tenemos que saber perder. El problema, el auténtico problema, es no competir, es que algo te impida competir bien”. Se lo dijo Rafa Nadal ayer a Àlex Corretja en medio de la pista central de Roland Garros, con el mallorquín abrazando en su regazo, junto a su ombligo, con sus enormes brazos y manos, el trofeo de los Mosqueteros, el 12º premio a la carrera más brillante de deportista español alguno.

Porque sí, dejemos ya de dudarlo, Rafa Nadal Parera es el mejor deportista español de todos los tiempos. ¡Y mira que ha habido deportistas españoles únicos, excepcionales, tremendos! Pero nadie, nadie, como Rafa Nadal, ganador de 18 grand slams (20 tiene Roger Federer y 15 Novak Djokovic), poseedor de 12 Roland Garros (ocho Wimbledon tiene el suizo y 7 Open de Australia el serbio).

NO TIENE LÍMITES

La grandeza de Nadal no tiene límites en lo personal, en lo humano y en lo deportivo. Rafa no tiene intención alguna de ser un ejemplo para nadie por más que su tío Toni, ahora relevado (¿cierto? ¿seguro? ¿del todo?) por Carlos Moyà al frente del equipo que entrena y prepara al campeonísimo mallorquín, se haya empeñado, con métodos durísimos que, incluso, al propio Toni le han asustado más de una vez, en que sea un tipo duro, un muchacho honesto, modélico y sacrificado.

Ese Nadal, cuya mayor fuerza reside en su mente y, mejor aún, en la dureza de sus intenciones y, sobre todo, en el sacrificio y en la decisión de trabajar siempre, siempre, con determinación, es el que, de nuevo, hemos visto sobreponerse este año (lo han reconocido, incluso, todos los de su entorno) a una depresión que pudo, sí, impedirle celebrar como celebró ayer la que, sin duda, ha sido la victoria y el título más duro (no más difícil, ¡total solo perdió dos sets en todo el torneo!) al creer que no tendría ni fuerza física ni mental para aceptar y sobrellevar la posibilidad de no ganar en París.

PERDER NO ES UN DRAMA

Es tremendo y muy gratificante que Nadal diga que perder no es un drama. También, sí, también dijo eso, cuando todos (empezando por nosotros, los periodistas, los críticos, los comentaristas) jamás manejamos la posibilidad de perder. O, peor aún, cuando alguien pierde no cuenta para nosotros. Solo queremos vencedores y esa es la lección, la 12ª lección, magistral, que Nadal dio ayer: ganar, dominar, arrasar a su rival en el año menos esperado.

Porque, veamos, ¿qué hacemos ahora con el fabuloso Dominic Thiem? ¿Qué hacemos con ese chaval de 25 años que juega al tenis (y más sobre tierra batida) como los ángeles, casi, casi, como Nadal, mejor ya que Djokovic y Federer? ¿Qué hacemos, lo echamos a la hoguera? ¿Decimos, como decimos siempre, que no sirve? ¿Que es un perdedor, un débil de cabeza? Thiem sabe desde hace ya mucho tiempo que ha nacido en la época de los tres ‘magníficos’ y que debe pelear contra eso. Y lo hace. Y lo hace de maravilla.

COINCIDIR CON DIOSES

Porque no hay nada más horrible para uno de esos jóvenes que saber que tu excelencia, la gloria más extrema, depende de enfrentarse a Messi o CR7, de pelear en la pista ante Federer, Djokovic o Nadal, de cruzarte en el circuito con Lewis Hamilton o Marc Márquez… Si coincides con ‘dioses’, date por perdido. No es de recibido, no, y deberíamos de cambiar esas normas, despreciar al segundo, al que no gana o al que pierde como ayer perdió Thiem, que pronto, ya verán, ganará uno, dos, tres, cuatro Roland Garros.

Cierto, a su edad (25 años), Rafa Nadal Parera ganaba su quinto Roland Garros. Ese es el problema, los ‘dioses’ del deporte. No los otros. Los otros son fabulosos. Incluso sin ganar.