Sí, quieren controlar el Barça, pero nunca podrán

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Toni Frieros

Toni Frieros

Históricamente, el control del FC Barcelona siempre ha sido objeto de deseo por parte de las élites y del poder político. Algunos, a título personal, por verdadero amor al club. Otros, también, buscando la notoriedad y prestigio social que otorga el cargo. 

La llegada a la presidencia de Josep Lluis Núñez en 1978 escoció a parte de la ‘societat civil’ catalana porque el empresario de origen vasco no era “uno de ellos”. Muy pocos años tardaron los prebostes de Convergència i Unió en enviar a uno de sus delfines a intentar derrocar a Núñez. Sin embargo, Sixte Cambra, bendecido por el mismísimo presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, perdió ese pulso donde realmente se deben obtener las victorias: en las urnas. Los socios, insobornables, decidieron con sus votos.

Si bien es cierto, creo, que Núñez acabó pensando que el Barça era suyo, algo hasta cierto punto disculpable cuando uno está 22 años en el poder, hay que aplaudirle que supiera mantener al FC Barcelona lejos de las injerencias políticas. Eso sí, le hizo un guiño incorporando después a Sixte Cambra a su junta directiva.

El mismo camino siguió su sucesor, Joan Gaspart, que formó una directiva ‘frankestein’ dándole una silla en la sala de juntas a personas de toda índole política. Había que tener a todos contentos.

Otro grupo que llegó a pensar que el Barça era de su propiedad fueron los ‘Boixos Nois’, que camparon a sus anchas por el Camp Nou durante muchos años, hasta que Joan Laporta tuvo la valentía de expulsarlos del club. Una medida de efecto dominó en otros clubs y de un alto coste personal para el presidente.

Los tiempos cambian, las circunstancias políticas y sociales también, pero continúan existiendo personas y grupos que consideran que el FC Barcelona tiene la obligación de defender sus causas. Lo ha experimentado en sus propias carnes Josep María Bartomeu, que ha recibido fuertes presiones para que el club se posicionara públicamente a favor de la independencia de Catalunya e, incluso, ayudara económicamente a la ANC (Assemblea Nacional Catalana), que se financia a través de las cuotas de sus socios y donaciones.Bartomeu no ha accedido ni a lo uno ni a lo otro, pues considera, con buen criterio, que el FC Barcelona es de todos y no puede ni debe utilizarse para satisfacer anhelos políticos.

La batalla en las redes sociales

La última batalla por intentar influir en el FC Barcelona, incluso para desestabilizarlo, se está jugando en un nuevo tablero: las redes sociales. Internet tiene cosas maravillosas, pero carece del control necesario para saber, en muchos casos, quién o quienes están detrás de comportamientos tan maliciosos. 

El informe que ayer se dio a conocer sobre el comportamiento de la conversación global digital en torno al FC Barcelona nos deja una conclusión demoledora: desde el extranjero se crean cuentas falsas con la finalidad de influir en el estado de opinión en el entorno Barça. Más del 30% de todo lo que se habla sobre el club (entrenador, presidente, etc...) procede de cuentas automatizadas.

Ante este peligro incontrolado y tóxico, el FC Barcelona debe protegerse, de la misma forma que se preserva la independencia del club de  los poderes financieros (multinacionales o empresarios millonarios) o políticos. Y la mejor forma de hacerlo es reforzar los vínculos con su masa social, ser absolutamente transparente y dar gracias que cada seis años sus verdaderos propietarios, los socios, dictan sentencia.