Setién no es el que nos habían vendido

Setién no mejora a Valverde en el banquillo del Barça

Setién no mejora a Valverde en el banquillo del Barça / AFP

Joan Mª Batlle

Joan Mª Batlle

El empate del Barça contra el Atlético, el tercero en cuatro jornadas que le deja el título de Liga muy, pero que muy, difícil ha significado el desencanto definitivo, si es que alguna vez lo hubo, del barcelonismo con Quique Setién. Personalmente, creo que sí hubo un efecto ilusionante con la llegada del técnico cántabro al banquillo del Camp Nou. Es difícil de explicar cómo un entrenador de escasísimo curriculum pudo crear un clima de cierta euforia en el entorno barcelonista. Sin duda, varios factores coyunturales distorsionaron la realidad. El primero, su abnegada pasión por el cruyffismo, teóricamente defendido a capa y espada allá donde antes estuvo. El segundo, el desgaste de Valverde después de los dos sonadísimos fiascos europeos de Roma y Liverpool. Y el tercero, la necesidad prácticamente vital de la afición de recuperar el ADN futbolístico orgullo del barcelonismo. De otro modo, no puede entenderse el celebrado cese de un entrenador que tenía al equipo líder en la Liga.  

AUTOINMOLACIÓN. Como es sabido, Setién no fue la primera ni la segunda ni la tercera opción. Llegó de rebote y rápidamente entendió que tenía que vender el artículo por el que le habían contratado. Cruyff, Cruyff, Cruyff, Guardiola, Guardiola, Guardiola, fútbol de ataque, posesión, espectáculo y cantera. Repitió un millón de veces lo que el barcelonismo quería escuchar. Se emocionó hablando de los mitos del tiqui-taca. Y prometió que con él, el equipo jugaría bien. Sin embargo, el globo se desinfló rápidamente; Setién no es el que nos habían vendido. El equipo nunca ha jugado bien y pronto llegaron las derrotas, básicamente porque el problema no era de entrenador. Setién se traicionó rápidamente a sí mismo. Se pasó al resultadismo, se olvidó de la cantera... Pero nunca quedó tan desnudó ante el espejo como el martes ante el Atlético. Salió con un 4-4-2 y lo mantuvo durante 83 minutos mientras se le escapaba la Liga. Y justificó que esperara a sacar a Griezmann hasta el minuto 90 "porque a Suárez siempre hay que tratar de tenerlo en el campo, igual que a Messi". Suena a autoinmolación.