Opinión | Tuercebotas
El segundo galacticidio
Xabi Alonso hereda un equipo descompensado, obligado a ganarlo todo y huérfano de otra idea de fútbol que no sea la fuerza y la velocidad

Xabi Alonso, al final del partido de la Bundesliga entre el Bayer Leverkusen y el Leipzig / RONALD WITTEK
Hace poco más de una semana que el Barça se alzó con el título de Liga y la conversación futbolística ya ha pasado página. La capacidad trituradora del fútbol es así: después de meses de competición, una vez finalizada, se olvida con inusitada rapidez y lo que cuenta es la preparación de la siguiente. Las notas se dan a final de temporada, y entonces los suspensos tienen consecuencias; sin embargo, los sobresalientes apenas perduran. El ciclo de vida del fútbol es muy breve, cada vez más. Cuando la temporada empiece en agosto, ya habrá fichajes que se habrán desgastado antes siquiera de debutar.
Los equipos con malas notas tienen especial interés en recurrir a la inexorable ley del olvido futbolístico. Es el caso del Real Madrid este año, que se presentó al partido decisivo contra el Barça en Montjuïc con la atención puesta en su futuro entrenador (Xabi Alonso), en los jugadores marcados con una cruz (Rodrygo) y en los futuros fichajes. Desde entonces, ya tiene en el zurrón a Alexander-Arnold y Huijsen, y se ha confirmado la salida de dos leyendas blancas: Carlo Ancelotti y Luka Modric. Cada día surge un futurible más. Por esas cosas del fútbol moderno, no habrá ni que esperar a la pretemporada para ver a alguno de los nuevos: el Madrid competirá el Mundial de Clubes con caras nuevas.
Olvidar disgustos
Es una estrategia muy vieja: usar los cromos nuevos, la ilusión por el futuro, para hacer olvidar los disgustos recientes. Pero la temporada del Real Madrid merece que no caiga en el olvido, porque sus problemas (falta de juego, desequilibrio táctico, escasa profundidad de plantilla...) son estructurales y necesitarán un muy buen trabajo del nuevo entrenador, inversión y acierto en los fichajes, y decisiones complicadas para solucionarse de cara al próximo ejercicio.
La temporada 2003-04 es conocida como la del galacticidio. El llamado Madrid de los Galácticos (Zidane, Figo, Ronaldo, Roberto Carlos, Beckham y Raúl) se desplomó en la segunda vuelta: fue eliminado por el AS Mónaco en cuartos de Champions, perdió la final de la Copa del Rey ante el Zaragoza (3-2 en la prórroga) y acabó cuarto en la Liga. Aquella era una plantilla desequilibrada (la salida de Makelele no se compensó) y con jugadores sobreprotegidos. El equipo que lo iba a ganar todo no ganó nada.
Este Madrid también estaba llamado a ganarlo todo, y alardeaba de ello a principio de temporada. Tampoco quiso sustituir a un centrocampista (Kroos), también está desequilibrado (sin laterales, sin centrocampistas creativos) y también tiene a jugadores hiperprotegidos (Vinicius y el espectáculo del Balón de Oro). Como sucedió en 2003-04, esta temporada debía ser la culminación del proyecto: el centro del campo Casemiro-Kroos-Modric daba el relevo generacional a Valverde-Tchouaméni-Bellingham, y la llegada de Mbappé creaba el tridente más letal del mundo junto a Vinicius y Rodrygo. Fuerza, velocidad y remate. Una máquina imparable construida a base de fichajes en las últimas temporadas mientras, además, se acumulaban Champions.
Algo más que individualidades
La torre de marfil se desmoronó como la de hace dos décadas por exactamente los mismos motivos, resumidos en uno: un equipo es algo más que la suma de individualidades. En los últimos años, con mano sabia y muchos fenómenos paranormales, Ancelotti supo sacar petróleo de un equipo con un gen ganador indiscutible. Pero este año el fútbol ha dicho basta. El problema no es perder —al fin y al cabo, en el deporte, por definición, se pierde más de lo que se gana, incluso en el Madrid, aunque los dichosos relatos oculten este hecho—; el problema del Madrid de este año es que, en realidad, no ha competido ni contra el Barça en España ni en Europa. Con un noviembre solo un poco menos desastroso del que tuvo, el Barça habría ganado la Liga antes, y aun así empezó enero siete puntos por debajo que ha remontado.
Que un equipo que lo iba a ganar todo no haya comparecido en la lucha contra sus iguales indica que Xabi Alonso tiene mucho trabajo por delante, porque para solucionar sus problemas se requiere algo más que un ramillete de fichajes de relumbrón. Con un añadido: el principal rival de su proyecto serán las expectativas. Todo lo que no sea ganarlo todo desde el principio será un fracaso. Qué menos, siendo los nuevos Galácticos.
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