Un salto esperado y la máxima presión

Michael Schumacher, en el karting, con su hijo Mick

Michael Schumacher, en el karting, con su hijo Mick / @F1

Josep Viaplana

Josep Viaplana

Estaba cantado. Ferrari había decidido que Mick Schumacher diera el salto a la F1 y la cuestión primero fue escoger el equipo, que ha sido Haas, y el momento, la víspera de jugarse el título de F2. A sus 21 años está maduro para emprender el desafío tras años de exámenes porque llevar el apellido Schumacher le ha servido para abrirse puertas, sin duda, pero también pesa como una losa. La presión a la que está sometido es abrumadora y seguirá siendo así. Por un lado es una ventaja, sin duda, por el otro, un lastre. Su padre es un mito y ello le acompañará siempre.

Mick llega en el momento justo y, probablemente, en el sitio adecuado. En Haas no se le exigirán resultados y tendrá un año de gracia para aprender los secretos de la F1. Eso sí, aquí nadie regala nada pese a llevar el apellido Schumacher, con lo que si no progresa adecuadamente, se quedará en el camino. De todas formas, solo hay que mirar su hoja de servicios, es decir, el palmarés, para saber que ha brillado y ganado allá donde ha corrido y ello invita a pensar que de casta le viene al galgo y que no es solo un producto de marketing como alguno podría pensar. El título de la F2 sería la guinda del pastel, pero no hay que obsesionarse con ello. Está en la F1 porque se lo ha merecido.