Rossi también quiere el décimo

Rossi

Rossi, feliz de volver a ganar / EFE

E. Pérez de Rozas

E. Pérez de Rozas

Son las cosas del Deporte, con mayúscula, sí. Son las cosas maravillosas de la vida. Bueno, de la vida de los que amamos apasionadamente (¿se puede amar apasionadamente algo como el deporte, los deportes, todos, todos?) la práctica deportiva a su más alto nivel. No hace mucho, vivimos algo que muchos creyeron (yo sí lo creía, lo juro y así se lo conté a mis amigos –e, incluso, colegas– de Mallorca, porque se lo veía en la cara al tío Toni) que era, realmente, imposible. Que Rafa Nadal, al que muchos habían ya descartado (no hablo de enterrar, deportivamente hablando) para las grandes citas, perdón, para ganar, para brillar, para mostrar un nivel excelente, superior, en las grandes citas, acabó imponiéndose, por décima vez, en Roland Garros.

Claro que Nadal, que venía de ganar, por décima ocasión, en Barcelona y Montecarlo, demostró un estado de forma tan, tan, tan bestia que, como recordó su colega norteamericano Andy Roddick, “solo perdió 35 juegos durante todo el torneo; es decir, las veces que yo he perdido este mes las llaves de mi coche”.

Pues bien, lo que persiguió Nadal con todas sus fuerzas, que son muchas, todas, aquello por lo que el mejor deportista español de todos los tiempos se dejó la vida, es algo parecido, similar, perdón, idéntico, a lo que persigue, a los 38 años, otro de los grandes, de los tremendos deportistas de toda la historia mundial: el italiano Valentino Rossi.

Rossi, también conocido como el ‘Doctor’, como ‘Vale’, lleva 22 años corriendo a más de 250 kilómetros por hora (las últimas décadas, incluso, a más de 300 km/h), persiguiendo, no solo sus sueños, sino los sueños de millones y millones de fans de todo el mundo. Rossi es, sí, ‘Dios’, el ‘puto amo’ de las dos ruedas. Y, en sus 356 grandes premios, ¡ojito al dato!, se ha subido al podio 225 veces y ha ganado 115 carreras. Es decir, que los nueve títulos del mundo que posee no se los han regalado, no, aunque, algunos, sí, es cierto, los ganase con menos competencia de la que tiene ahora, en una parrilla de MotoGP donde hay pilotos que, perfectamente, podrían intentar conseguir sus metas, sus récords y hasta sus cetros mundiales, como Marc Márquez (cinco títulos) y Jorge Lorenzo, otros cinco.

Rossi se presentó, el pasado jueves, en Assen (Holanda), ‘la catedral’ del motociclismo mundial, llevando todo un año, 18 grandes premios (desde Barcelona 2016), sin ganar carreras. Claro que lleva ocho años sin poder sumar su soñado décimo título. Al llegar a Holanda, Rossi, que llevaba meses, siete carreras, concretamente, quejándose de que su Yamaha 2017 no era mejor, ni mucho menos, que la del año pasado “pero como Maverick (Viñales) empezó ganando, nadie me hacía caso”, recibió un chasis nuevo y con él ganó la carrera ayer.

Y no una carrera cualquiera, no, no, que va. Ha ganado un GP sensacional, espectacular, donde su compañero (y hasta ayer líder) Viñales se cayó y perdió el liderato, donde Márquez prefirió pensar en el título y no en su tercer cero y donde Lorenzo sigue metido en el barro, pues no se aclara con su Ducati.

Rossi ganó a lo grande, pensando, haciendo una carrera matemática, no temiendo al ‘chirimiri’ final y anunciando a las dos jóvenes generaciones de campeones que le preceden que va a seguir peleando por su décima corona. Como Rafa Nadal. Como los históricos, como los más grandes de todos los tiempos.